Quizás ya no queramos acordarnos, pero hubo una época no hace mucho en la que las cámaras fotográficas necesitaban un carrete que debía ser revelado en un laboratorio. Antes de la era digital, las familias llevaban los negativos a que fueran revelados en laboratorios como en el que trabaja Sey Parrish (Robin Williams). Como trabajador de uno de estos laboratorios fotográficos, Sey ve los momentos felices de los demás (los cumpleaños, las vacaciones, las fiestas), nadie se hace fotos en los momentos tristes o cuando está solo. Sey nunca se hace fotos, no tiene nada que celebrar ni compartir con nadie. Sey no tiene recuerdos felices, familia ni amigos. Es un tipo triste y solitario. Su infancia no fue feliz ni su familia fue la familia ideal. Sey arrastra un trauma desde la infancia que le imposibilita para formar una familia. Su existencia está totalmente vacía.
Sey decide vivir la vida familiar que nunca tuvo y proyecta su vida soñada espiando a la familia Yorkin, una familia aparentemente feliz: son jóvenes, guapos y tienen un hijo perfecto. Sey duplica secretamente las fotos que la familia Yorkin lleva a su tienda a revelar y las cuelga en las paredes de su casa, son su familia ideal y nada desea más que ser aceptado por ellos como un miembro más de la familia. Pero para los Yorkin Sey sólo es un dependiente de una tienda de revelado de un centro comercial. Sey no puede parar su obsesión por los Yorkin, ellos son su única razón para vivir. Empieza a hacer regalos al pequeño de la familia y a forzar encuentros casuales para establecer conversación con la madre del pequeño. Sus frustradas muestras de interés no consiguen que sea aceptado en el seno familiar, más bien todo lo contrario. Pero un hecho fortuito le hará cambiar de estrategia. Will Yorkin tiene todo lo que Sey desea, tiene a la mujer y al hijo ideales, todo lo que cualquiera quisiera para ser feliz, pero no lo valora y lo está poniendo en peligro. La vida no es justa, aquello que alguien más desea es despreciado por quien lo posee. En un momento casi al final del film, Sey deja de ser el sujeto pasivo (el hijo) de ese trauma que arrastra desde la infancia y que aún no ha podido superar. Sey se convierte en el cruel padre que obliga a sus hijos a hacer cosas horribles. Sey se enfrenta finalmente a su trauma pero las consecuencias serán inesperadas.
Mark Romanek es uno de los mejores directores de vídeos musicales de las últimas décadas. Sus vídeos para Nine inch nails o Madonna son auténticas obras de arte que deberían exhibirse en un museo. Romanek dio el salto a la gran pantalla con este arriesgado film sobre la soledad: Retratos de una obsesión. Romanek demostró ser mucho más que un excelente director de clips musicales, dotando a su película de una extraña atmósfera y un ritmo excelente. El film huye de convencionalismos, no es el típico film de acosadores ni de psicópatas. Es un interesante drama sobre la soledad en la sociedad moderna. El mayor acierto de Romanek es mostrar una sociedad actual (o casi actual) totalmente deshumanizada. Las relaciones interpersonales se han tornado frías y superficiales (y eso que aún no existían facebook ni whatsapp). El entorno del centro comercial en el que trabaja Parrish y en el que transcurre buena parte del film no puede ser más desalentador. La fría iluminación del centro comercial nos hace pensar lo vacías que están las vidas de muchos seres humanos, como Sey Parrish. La casa de Parrish es igualmente de apariencia fría, sin recuerdos ni objetos excepto la pared que tiene dedicada a los Yorkin, su particular altar. El film parece darnos un mensaje poco gratificante del consumismo: nos encerramos en nuestras casas de las que sólo salimos para comprar.
¿Es Sey Parrish un psicópata o sólo una persona solitaria en busca de afecto? Por cierto, ¿qué significa el plano final con la foto familiar? ¿Es un sueño o realmente la familia ha aceptado a Sey como uno más? ¿Es Sey Parrish un inadaptado social, un psicópata o sólo una persona solitaria en busca de afecto?
La película significó todo un agradable cambio de registro para Robin Williams. Sus parlanchines y excesivos personajes cómicos dejaron paso aquí a una actuación comedida llena de matices. Su personaje es parco en gestos y palabras pero aún así Williams se las arregla para transmitir toda la tormenta que acontece en su interior. Estamos ante uno de los mejores trabajos del malogrado actor. Quien sabe si buena parte de la frustración del personaje no era compartida por el propio Williams.
Retratos de una obsesión es un film que pasó sin pena ni gloria (costó sólo 12 millones de dólares y recaudó un total de 50) pero que merece la pena un visionado. Romanek tardó bastante en volver a rodar una película, la también recomendable Nunca me abandones.
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