Tras escuchar el último disco de Los Lobos, Gates of Gold, debo pedir que si hay justicia en este mundo, deben ser premiados en este país con el Premio Princesa de Asturias de las Artes.
Si hay algún músico/os de raíces latinas con mayor merecimiento para un premio de estas características son ellos, ya que probablemente sea el grupo que más y mejores discos han grabado en las últimas década con una capacidad de innovar y, al mismo tiempo, mantener raíces, sin parangón alguno.
Dejamos atrás esa ilusión fruto de la ingesta continuada de esta nueva obra magna de Los Lobos para comentar de forma breve este trabajo que vuelve a catapultar a los angelinos a lugares de creatividad imposibles para el 99% de los mortales. No es que este lp ofrezca enormes novedades respecto a obras previas del grupo, pues poco más les queda por explorar, pero si ofrece un conjunto irresistible de calor chicano que siempre es bienvenido.
El tema inicial, «Made to break your heart», es un medio tiempo de corte rock dónde percusiones latinas acaban desembocando en furiosos solos de guitarras sacados del Ragged Glory de Tio Neil; para pasar a «When we were free», con sus ritmos de un mayestático bajo y saxo de jazz noir; el trepidante blues rock de «Miss Treater Boogie Blues»; «There i Go» es soul de chocolate negro de 90% de cacao; y para que no decaiga el ritmo, la hendrixiana «Too Small Heart». La habitual pasada por los ritmos tradicionales hispanos llega de la mano de la cumbia «Poquito para aquí», que debe ser adoptada por las orquestas de pueblo de este país bajo pena de no tocar jamas en suelo patrio, y por el tradicional corrido, «La tumba será el final».
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«Gates of Gold», la balada de inspiración folk acústico, representa la columna vertebral de este trabajo lleno de vertientes espirituales, como lo es su cierre, un precioso tema gospeliano llamado «Magdalena». Los Lobos han vuelto a realizar un soberbio y compacto trabajo, esta vez más accesible que de costumbre pese a que han tenido unos cinco años para parirlo, lo cual no sólo permite que nuevos adeptos se unan a su causa, sino que los viejos seguidores tampoco queden defraudados y se mantengan en el corral.
Un nueve que sería un diez si tuviera una pizca más de riesgo. No se trata de Kiko pero tampoco importa.
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