Pongámonos en antecedentes, durante décadas las series de televisión eran un puro divertimento para toda la familia. Las series estaban formadas por episodios autoconclusivos que no exigían ningún esfuerzo del espectador, sus tramas eran sencillas y no pasaba nada si te perdías un episodio. Lo mismo se podía decir de los culebrones, esos insufribles seriales en los que la acción ocurría tan lentamente que no pasaba nada si sólo veías uno de cada diez (o incluso cien) episodios.
Pero algo cambió a principios de los años 90 de la mano de David Lynch y su Twin Peaks. Lynch introdujo el surrealismo en el mundo televisivo. Lo onírico y lo perverso se dieron la mano en una serie mítica que batió records de audiencia. Sin embargo, En su loable afán por romper moldes, Lynch descubrió quien mató a Laura Palmer en el episodio catorce, dando al público lo que tanto ansiaba, pero el resto de tramas continuaban. Las pesquisas por descubrir al asesino eran sólo una excusa para mostrarnos el fascinante y complejo universo de Twin Peaks. El público ya tenía a su asesino pero los ases en la manga que Lynch se guardaba no fueron suficientes para mantener el interés. Quizás Lynch pecó de ingenuo o pretencioso al pensar que la serie podría seguir atrayendo al público una vez que el gran misterio estuviera resuelto. Lynch no fue capaz de mantener el interés y cada vez los episodios eran más inclasificables hasta que fue finalmente cancelada por su baja audiencia. El último episodio fue realmente alucinante, puede que muchos espectadores no lo entendieran pero seguro que no lo olvidarán en su vida. Twin Peaks demostró que otra televisión era posible. Fue durante la década de los 90 cuando se gestó la época dorada de la televisión que ahora vivimos. Me vienen a la mente series como Doctor en Alaska, Urgencias o Friends como grandes series de la época.
Que actualmente se hace mejor televisión que cine es un hecho inapelable. La que siempre fue la caja tonta ha tomado la delantera a su hermano mayor y le ha dejado a la altura del barro.El auge de la televisión por cable, la piratería y la caída en picado de las recaudaciones en las salas de cine han originado un éxodo masivo de talento hacia la televisión. Bienvenido sea. El formato de las series permite un desarrollo de personajes mucho mayor (sólo por el simple hecho de disponer de mucho más tiempo) permitiendo el desarrollo de varias tramas de forma simultánea y una mayor identificación con los personajes. Hay historias que se pueden narrar en 2 horas pero otras necesitan mucho más.
En especial, las series de la cadena HBO son todo un delicatessen para cualquier aficionado no sólo a las series sino al buen cine. Roma, Los Soprano, The wire, A dos metros bajo tierra, Juego de Tronos o Boardwalk empire son series de HBO que no tienen nada que envidiar a cualquier película que haya ganado el Oscar a mejor película en los últimos 15 años. Así de claro.
El último ejemplo de gran serie televisiva de HBO es True detective. Ocho episodios de buen cine. Aparentemente, True detective sigue el esquema clásico de unos policías que investigan un extraño asesinato, como en Twin Peaks, nada nuevo bajo el sol del pantano. Las deudas a films como Seven o El silencio de los corderos siguen estando ahí, indelebles en todo thriller policíaco de los últimos lustros.Pero True detective juega con todos los tópicos posibles, los pervierte y los devuelve convertidos en algo distinto y original. Las situaciones son reconocibles pero la manera de resolverlas son simplemente admirables. El entorno rural sureño con la omnipresente industria química de fondo, pantanos, paletos, putas y fanáticos religiosos son el escenario de este caso.
Otra baza imbatible de la serie es su pareja protagonista. No estamos ante la típica pareja de compañeros, la pareja de detectives formada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson (ambos productores de la serie) no pueden ser más opuestos entre sí. El personaje de Martin Hart (Harrelson) parece tenerlo todo, una familia feliz y unas fuertes convicciones, sin embargo tras esa apariencia de buen padre de familia se esconde alguien que no vive de acuerdo a sus creencias. Por su lado, Rust Cohle (McConaughey) es un verdadero hijo de puta que no lo oculta, tiene una particular visión del universo y vive de acuerdo a ella, no engaña a nadie y menos a sí mismo. Ambos personajes chocarán frontalmente pero deberán unir fuerzas para resolver el caso.
Las típicas conversaciones de compañeros dentro del coche se tornan en ácidas reflexiones sobre la existencia. Uno podría pasarse horas oyendo discutir a este par de polis pecadores intentando hacer el trabajo de unos santos, pero el hábito no hace al monje. La evolución de la explosiva relación de estos detectives es el eje de la serie tanto o más que el macabro caso que deben resolver.
La peculiar estructura narrativa a base de interrogatorios en varias líneas temporales le confiere a la serie un peculiar ritmo que no decae en ningún momento sino que va mejorando conforme avanzan los episodios hasta una resolución que, por una vez, sorprende y no defrauda. Un final coherente y a la altura de lo esperado.
Inquietante…La cara mas horrible del ser humano en una pesadilla donde solo con el dialogo uno siente un malestar escalofriante. Enorme Matthew McConaughey demostrando que muchos se habian equivocado con el.Magistral trabajo de actores Matt y Woody, dos antagonicos personajes justamente unidos por su diferente manera de ver la vida.