Atrás quedaron los tiempos de chulería y arrogancia contra todo lo que se movía, especialmente en su etapa con Héroes como respuesta a la persecución que los maños sufrieron por parte de la prensa. Se mostró simpático, comunicativo, recalcando la deuda que tenía con Valencia y derrochando mucho talento en el escenario. No flojeó en ningún tema, su voz atronó, no paró de moverse, de incitar al público a que se hiciese partícipe del concierto y con una puesta en escena sencillamente demoledora. Como decía antes, no hizo casi ninguna inflexión entre tema y tema, dando dos horas y medias de concierto casi del tirón y agilizó éstas de forma considerable.
¿Sobre el set-list? Palosanto es un álbum que me paso por los huevos, pero me encantó cómo sonaron ‘Hijo de Cortés’, ‘Más Alto que Nosotros el Cielo’ o ‘Despierta’. Nos emocionó con ‘Ódiame’, ‘El Rescate’, la preciosa ‘Frente A Frente’, metió caña con ‘Contracorriente’ o ‘El Hombre Delgado que no Flaqueará Jamás’, ‘Los Habitantes’, ‘Porque las Cosas Cambian’ y muchísimas más. Como era normal, no podían faltar las aborrecibles ‘Que Tengas Suertecita’ y ‘Lady Blue’, todo en detrimento de ‘Alicia (Expulsada al País de las Maravillas)’, ‘El Jinete’, ‘Carmen Jones’, ‘Anidando Liendres’ y más.
Y para concluir decir que no me gustó cómo destrozó ‘Deshacer del Mundo’. Si lo que quería era meter algo de la etapa con Héroes que entroncase con su carrera en solitario, ‘La Carta’ o ‘Malas Intenciones’ habrían sido dos grandes apuestas a mi entender. Tocándola a medio gas, con ritmos tribales y demás fue un flaco favor que le hizo a su pasado. Está claro que todavía no ha dado carpetazo al pasado en su fuero interno respecto a Héroes del Silencio, pero ahí podría haberlo gestionado de otra forma.
Otra cosa que me desagradó, en cierto modo, fue la pose. Está claro que Bunbury es un músico de método, único ciñéndose al guión y que no le gusta nada dejar algo al azar, pero exageró el tema de las poses, imitando, demasiado, en ese sentido a Elvis y Morrison. Se gusta mucho y lo sabe, pero cosas así siempre van a reforzar esas sempiternas comparaciones con el Rey Lagarto. Dejando eso, un concierto de nueve y medio: un animal musical en todos los sentidos y con un torrente de voz espectacular.
Siempre habrá quien lo machaque por no ponerle el ojete a la prensa ni ser un tío simpático con ella. Pero, a diferencia de Roberto Iniesta, ese que canta «Jesucristo García», que os manda a tomar por culo y le reís las gracias, se ausenta para hacer Dios sabe que, y sale a tocar cuando quiere e, incluso, os hace hasta un decálogo de comportamiento en su concierto y manda desalojar a gente que no ha pagado la entrada y ve éste de lejos, es un profesional. Pocos se lo reconoceran; pero ya saben: Caín nació en España. Yo ayer salí más fan que nunca.
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