En su música hay suficiente calidad para destacar, pero cuando se dice que son holandeses, lo tienen mucho más fácil. Las letras, llenas desparpajo e incorrección política, están escritas en un castellano plagado de vocablos mexicanos, palabras malsonantes y un tono lo suficientemente exótico como para descolocar al sabedor de su procedencia.
Su stoner rock es crudo y enlodado. La voz de El Pastuso suena a masticador de grava, una garganta troceada y potente, y las estructuras de los temas son divertidas y variadas, con mucha influencia de Kyuss en la oscuridad de la ácida base rítmica, y de los Corrosion Of Conformity que grabaron Deliverance en las guitarras. Añaden un ingrediente propio: la trompeta. Y así, pasan de sonar a pantano selvático a uno soleado con palmeras.
Me engancharon desde que escuché en Cantos a la Vida eso de «la mierda subiendo… y tú sin flotadores». El debut es un gran disco, impactante por su naturaleza, y no por ello desalmado, pues estaba lleno de temazos cimentados, con un acabado sucio y potente que desató el efecto boca a boca. Cuatro años después, editan lanzan el esperado Atacames, siempre autodefiniendo sus canciones como «stonerrock en Castellano con cojones del tamaño de Danny de Vito».
A pesar de los cambios de formación, Monchito y El Patuso (el germen de la banda) han mantenido y superado a tramos el listón. Atacames abre de forma inmejorable con un estallido de distorsión, bajo bombástico y riffes que son pura testosterona. «El Verano del 96», junto con «Amor y Pereza», es stoner potente, es actitud («hoy no voy afuera a la carrera de las ratas») y es pura adrenalina. Mezclan ironía con la seriedad del género y algunas palabras que despiertan risas, bien parejas con las apariciones de trompetas. Únicos.
Con la pose ganada, se hacen merecedores de respeto y admiración habiendo editado un disco de diez canciones en las que no hay altibajos. Temas que desearíamos escuchar en directo, cortes que sudan de color amarillo como «47», «Camaron». Y muchas letras con las que partirse de risa interpretadas con la seriedad de un Patuso muy bien metido en su papel («Dos» o la mencionada «Amor y Pereza»), el papel del hombre que «con tanta fiesta, necesita dos hígados».
De vez en cuando leo que el stoner hace de puente entre el rock más agresivo y los rockeros anclados en lo clásico. A esos, a los atrevidos y ávidos de curiosidad, les recomiendo Atacames, el completo y equilibrado nuevo álbum de ¡Pendejo!. Los amantes del stoner no se lo pueden perder.
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