Tras la prestación algo descafeinada del hijo de Marc Ford, asistimos a un bolo redondo del propio seor Ford. Dos horas y 10 minutos estructuradas en dos partes, una primera parte acústica donde repaso su excelente nuevo disco Holy Ghost. Hubo grandes momentos, ya que son temas que ganan poder y empaque en directo. Reconozco que el disco me dejo frío tras unas cuantas escuchas, pero tras el concierto, compré el vinilo y en casa las canciones me aparecieron bajo otro prisma.
Preciosos “Dancing Shoes” y “Just a Girl”. Este nuevo disco de Marc es para escuchar atentamente amigo. Pero la gente lo que esperaba. Era la vena más salvaje de Ford, que apareció en el segundo tramo del concierto. Pero surgió de manera controlada y atiborrada de “feeling”. Es cierto que a Ford le ha dado fuerte por Neil Young, ya que tanto la parte acústica como la eléctrica emanaba Young por todos los altavoces. También la guitarra tuvo algún regusto a la de David Gilmour, y el batería recordaba enormemente a un joven Ginger Baker.
Tres guitarras sobre un escenario. Que yo recuerde, desde la visita de John Fogerty, no se veían tres espadas sobre las tablas. Ford se hizo acompañar de una efectiva banda: steel guitar, bajo, guitarras, teclados, batería… Todos tipos bien curtidos y tocando con amor sea delante de 10.000 o 75 personas que es lo que calculo que había en la sala Louie Louie de Estepona. Mención especial a esta sala que está elaborando un inmenso trabajo en el sur de España, una región abandonada de la mano del dios del rock, al que esta sala le ha abierto las puertas de par en par.
Los tres últimos temas de Ford & Co fueron de antología, voladura cerebral total. Marc sacó todo el jugo eléctrico de su seis cuerdas sin el menor esfuerzo, me recordaba los mejores años de “mano lenta” con esa pasiva maestría.
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