Tres horas son las que nos esperan cuando nos sentamos a degustar El Lobo de Wall Street con la que Martin Scorsese hace un repaso al ascenso y, evidentemente tal como suele suceder en estos casos, la caída de Jordan Belfort. Tres horas que en manos de cualquier otro director pudiera haber acabado siendo un autentico suplicio, pero Scorsese tiene esa maestría única de tenernos clavados en la butaca las horas que sean necesaria, y pasan los años, pasan sus actores fetiche, pero el resultado, como la canción, sigue siendo el mismo, que no es otro que una vez empiezan a salir los títulos de créditos uno sigue queriendo más y es que la droga, nunca mejor dicho hablando de El Lobo de Wall Street, que nos suministra ese mago llamado Martin Scorsese es única. Una droga que no tiene ninguna contraindicación para la salud, que tiene un precio asequible y lo mejor de todo es que te hace reencontrar una vez más con esa maravilla llamada cine.
Sí, El Lobo de Wall Street lleva la autoría del mismo que en su momento, de la mano de Robert De Niro, nos hizo vibrar con Casino, Uno de Los Nuestros y Toro Salvaje. Sí, El Lobo de Wall Street lleva la misma autoría de alguien que en 1973 se sacó de la manga Malas Calles con la que un servidor ya quedó enganchado para siempre en ese Universo made in Martin Scorsese y que ahora, a sus 71 años, con esta monumental obra maestra nos recuerda a ese Martin Scorsese que en su haber cuenta con algunas de esas películas imprescindibles que son de obligada visión para todo tipo que transite por este planeta.
Un director que aquí nos trae una película que pasa a formar parte de sus grandes trabajos y en la que destaca por encima de todo la presencia de un Leonardo DiCaprio que consigue dando vida a Jordan Belfort no solo el mejor papel en compañía de Scorsese sino también el mejor de su ya dilatada carrera, y que viene a demostrarnos que, si bien algunos le puedan reprochar que haya tomado prestados algunos tics de Robert De Niro, en estos momentos es ya uno de los mejores actores de la actualidad, capaz de cambiar en pocos segundos el registro de una manera impecable a lo largo de las tres horas en las que en todo momento está presente.
Tres horas en las que el ritmo vertiginoso de Scorsese nos apabulla de la mano de DiCaprio con todo tipo de excesos, siempre rodeados con ese toque de humor negro, absurdo en algunas ocasiones, que sobrevuela a nuestro alrededor a lo largo de las tres horas de metraje, con escenas memorables como esa en que unas escaleras con Jordan arrastrándose por el suelo mientras un coche espera pacientemente , consigue uno de esos momentos gloriosos made in Scorsese, sin olvidar esos momentos de violencia que tanto le gustan al director y que siempre acaban resultándonos tan familiares.
Tres horas en las que dinero, sexo y drogas acaban completando un puzzle llamado El Lobo de Wall Street que hará las delicias de todo seguidor de Martin Scorsese y que convierten a la película, a falta de ver qué tal se las gasta La Gran Estada Americana, en la mejor película de 2013, aunque aquí uno tiene claro que no se va a llevar ninguno de los premios de la Academia de Hollywood a los que opta este año. No, este cóctel de drogas, sexo, dinero y todo tipo de excesos se va a quedar sin el reconocimiento que merece, y si no al tiempo. Eso sí, desde aquí la vamos a calificar con un más que merecido notable. La excelencia la seguimos dejando a la trilogía antes mencionada que, igual es casualidad, o no, que en todas ellas esté el mejor actor que nunca haya trabajado con Martin Scorsese, sin olvidarnos de Taxi Driver.
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