Desde las 20:00 h el foso de la Joy Eslava bullía de expectación. El público, nervioso ante lo que se venía encima, aplaudió a rabiar a unos teloneros que a mi poco me dijeron.
La amalgama de metal progresivo, con algo de funky y yo que sé qué más de The Sixxis sonó, para mi gusto, ruidosa. Poco espacio en el escenario -la batería de Portnoy es monstruosa- y muchos músicos que, eso sí, le pusieron muchas ganas. Solos de guitarra técnicos, un batería arrollador y mucho gozo al tocar ante una sala llena. Lo justo para calentar el ambiente.

La Eslava estaba hasta la bandera, y es que los tres nombres protagonistas significaban mucho más que el proyecto como tal. Portnoy, Kotzen y Sheehan. Las presentaciones sobran y las entradas se venderían solas. El que hayan sacado un disco muy notable creo que, para muchos, era secundario. Aquello iba a ser un espectáculo de virtuosismo. Lo fue, y llegó a mucho más.

The Winery Dogs dejan de ser tres nombres y se convierten en lo que son cuando salen a escena: una banda de hard rock. Portnoy se lo pasa de puta madre, y a Sheehan ya lo conocemos: no para. Estos tipos son pura energía sobre el escenario, lucen sonrisas de complicidad y, por si fuera poco, compenetración instrumental al alcance de pocos. Kotzen, eso sí, parecía tener suficiente con clavar las líneas vocales del disco y todos y cada uno de sus finger-pickings. El tipo apenas sonrió. Se comentaba que es habitual en él, pero vaya, al lado de las otras dos alegrías de la huerta, “cantaba”. Única posible pega reseñable del show.

Cream, Creedence y Leño demostraron en su día que los power-trío, si funcionan bien, son inigualables. Así, estas tres bestias sonaron arrolladoras. Ni se echó en falta ningún instrumento, ni se palparon sampleados. Hasta Portnoy hacía coros, con lo que clavaron el disco de cabo a rabo ante un público tan asombrado como entregado.

El sonido fue mucho más que aceptable. Reinante sonido de bajo y atronadora batería. Nunca había visto a Portnoy en directo, y la verdad, lo prefiero en esta tesitura rockera y divertida, adornando cada giro con tecnicismos y malabares que en directo son todo espectáculo. El estilo sin púa de Kotzen, vestido de woodstockero moderno, fundía la suavidad del tacto dactilar con el sonido penetrante de Sheehan, produciendo que su variedad sonara siempre con cierto trasfondo funky. “Elevate”, “Criminal”, “Time Machine”, “Damaged”… Todas ellas sonaron más directas que en el disco, donde quedaban algo frías, y fueron adornadas con juegos de manos, brazos y piernas por Sheehan y Portnoy que, repito, no pararon. De moverse, y de disfrutar.

Kotzen sonó espectacular, vocalmente sobre todo. Destacó especialmente en las partes más agudas, y emocionó en “Stand”, el cover de Poison, único momento en el que interactuó con el público, “Regret”, muy sentida, y “Fooled Around And Fell In Love”, la versión de Elvin Bishop que coreó la presente mayoría. Sin embargo, quedó ensombrecido escénicamente. Le faltó más energía y entusiasmo para que aquello se convirtiera en el concierto perfecto.

Por lo demás… 1 h y 45 min. de concierto, con solo de 2 minutos de Portnoy, otro de 4 de Sheehan y algunos alardes sueltos de Kotzen. Breves, divertidos e impresionantes (¡bien!). El resto, todo su debut discográfico y algunas versiones. Poco bla bla bla y mucho rock. Un sincero agradecimiento por mi parte.

Siempre temo a los super grupos, tanto en directo como en estudio. La frialdad en este tipo de agrupaciones siempre acecha, pero a veces a uno le callan la boca a golpes de hard rock ardiente, de mucha actitud y de profesionalidad absoluta. El show de The Winery Dogs en Madrid fue espectacular, en todos los sentidos. Las ovaciones que el público les dedicó al final me tranquilizan; parece que no fui yo el único que lo flipó.

Setlist: 
Elevate
Criminal
We Are One
One More Time
Time Machine
Damaged
Six Feet Deeper
Drum Solo (by Mike Portnoy)
The Other Side Bass Solo (by Billy Sheehan)
You Saved Me
Not Hopeless
You Can’t Save Me
Shine
I’m No Angel
The Dying Regret
—-
Fooled Around And Fell In Love
Desire

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by: Edgar

by: Edgar

A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

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