Al analizar previamente los detalles de Atrapada en la oscuridad varias son las dudas que empiezan a surgir en el aire y es que todo a punta a que dos son los caminos que puede tomar la cinta y sí, al final, tal como era de esperar, han pesado más los detalles que indicaban claramente que el sin sentido y la sin razón acabarían definiendo este nuevo proyecto del bueno de Joseph Ruben.
Sí, pesa demasiado en el recuerdo la figura de Audrey Hepburn en Sola en la oscuridad, o la de Mia Farrow en Terror ciego, para que «Atrapada en la oscuridad» tenga una sola posibilidad de éxito, y si a esto le sumamos los escasos 80 minutos de duración, algunos de los cuales son simplemente de relleno, el cóctel, consiguen superar por mucho los dos únicos detalles positivos (de entrada) de la película como son la presencia de la siempre turbadora Michelle Monaghan y el regreso del que en su momento estaba destinado a ser uno de los grandes como es Michael Keaton,
Imagino que cuando Ruben habló por primera vez de «Atrapada en la oscuridad» a los productores les comentó que estaríamos ante una de esas cintas llenas de tensión e intriga que harían participes del sufrimiento y la valentía de la protagonista a los espectadores manteniéndoles inmóviles en la butaca, y lo bueno es que, con sola una lectura del guion ya se tendrían que haber dado cuenta de que nada de ello iba a ser posible y que todo, absolutamente todo es plano y predecible en la cinta, y solo Keaton, rescatando del baúl de los recuerdos a una parte de la personalidad de Carter Hayes, y la simple presencia de Monaghan son capaces de llevar con un poco de decoro la situación para conseguir elevar la cinta a la categoría de telefilm apropiado para una tarde de domingo en cualquier canal de Tv.
Un largo prologo en Irak nos sirve para comprender la situación actual de Sara, aunque nada sabemos de su relación actual con Ryan, pero, la verdad sea dicha, salvo en la absurda escena final, poco o nada nos importa, aunque su presencia, en un par de planos en los que Sara transita a su alrededor, sean de lo mejor, perdón de lo poco bueno, de la película.
De ahí hasta el final, nada nuevo bajo el sol y ningún spolier se va dar a conocer si decimos que vamos a estar ante la presencia de dos tipos acosando a una «pobre» ciega que, tal como era de esperar, ya que siempre, y más en los telefilms de las cuatro de la tarde de un domingo, acabará ganando los buenos, aunque el guionista, ves a saber con que había mezclado el café ese día, decidiese obsequiarnos con la escena final de los cubitos que echa por tierra toda la santidad de Sara, ya que, o es un terrible error de guión, lo más probable, o Sara sabía perfectamente de que iba Ryan… o simplemente es que quizás en su momento quedó maravillado con la figura de Catherine Tramell y no se la puede sacar de su cabeza y esperaba el momento de que su teclado pudiese plasmar un sentido homenaje al delicado mundo del hielo en manos de una turbadora belleza.
Nota: La que se puede merecer cualquier telefilm de las cuatro de la tarde de un domingo cualquiera.
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