Que el título diga “grandes”, y no “clásicos”, es culpa de joyas como esta. Sólo tres años hace de su lanzamiento, y me atrevo a decir que es, sin duda, uno de los mejores proyectos que ha parido la piscifactoría de Frontiers Records. Robert Säll (Work Of Art), Erik Martenson (Eclipse) y Jeff Scott Soto (Talisman) son los nombres. Dos pozos sin fondo de creatividad, y un vocalista fuera de serie, de trayectoria sobradamente conocida. Uno de esos juguetes de discográfica que pocas veces cuajan más que bien. Esta vez, cuajó de puta madre.
Recuerdo dos cosas: las expectativas que auspiciaron, y por otro lado, como más tarde nos voló la cabeza el single de adelanto, “One Love”, quizás el mejor tema del estilo de aquel año. Al final, recibimos riffes de Eclipse, puros desgasta-púas (“Invincible”, “Damage Is Done”, “Put Your Money Where The Mouth Is”), mezclados con melodías suaves, y composiciones cercanas a Work Of Art, como la grandiosa “Brothers In Arms”, donde sacan a Soto de su registro habitual en un estribillo de tonos estratosféricos, o “Everything”, que bien podría pertenecer a cualquiera de los dos álbumes de la banda de Säll. El punto Tallisman lo aporta la voz de Soto, recubriendo cada uno de los temas con su portentosa garganta, delicioso trabajo.
Aparte de unas composiciones escritas en plata, este “W.E.T.” es grande por contar con unas deslumbrantes interpretaciones de los músicos, un genial orden de los cortes, y una producción que acabó con cada posible aspereza. De inicio a fin suena joya tras joya, y ni siquiera la recta final se hace pesada. Al contrario, es un álbum tremendamente adictivo. “My Everything” y “Catch Me If I Fall” cierran el disco con melodías de primera, dejándonos con ganas de volver a los tremendos cortes iniciales, ese riff matador de “Invincible” que nos envenenó hace rato.
Es este un álbum perfecto para todos aquellos que entiendan el rock melódico como género para cuarentones acomodados: es un álbum melódico, sí, lleno de guitarras corpóreas, riffes demoledores, y un vocalista que se hace amar desde los primeros segundos. Aquí hay alguno de los mejores estribillos de la década, y es una de las grandes pruebas de que este género no ha muerto: escuchen “One Love”, y luego atrévanse a pensar que, si los noventa no lo mataron, alguna vez aparecerá algo capaz de hacerlo.
Edgar Carrasquilla @Edgar_Corleone para Rockthebestmusic
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