Una melodía tranquila y sinuosa da paso a un goteo lento e impreciso, persistente, junto a una voz resbalosa, húmeda. Como si lloviese en nuestro centro vital.
Según avanza la melodía, esa lluvia va calando, hasta provocar en el ser una distorsión, que lucha contra la magnífica voz de John para obtener la victoria final. Una voz que grita quejumbrosa.
En el meridiano de la canción, aparece un atisbo de esperanza. Una posible sincronía del alma. Unas notas que sugieren que todo va a ir bien. Aunque esa distorsión vuelve a querer tomar el protagonismo. El ritmo se acelera, y la voz de John vuelve a pugnar por un espacio, un sitio en la existencia más que merecido.
Se podría decir que hay dos melodías en una. Dos tipos de sonido antagonistas, que luchan entre sí durante la ejecución para establecerse sin llegar a conseguirlo ninguno de los dos.
Con esta canción, John nos transmite la agonía de la confrontación entre la vida y la no vida; para así recuperar ese bienestar arrebatado.
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