A propósito de nada es una de las autobiografías más desmitificadoras, sarcásticas y brillantes que uno pueda leer. A sus 84 años Woody Allen despliega una prosa ágil y amena, muy propia de sus mejores guiones, que hace que las 450 páginas del libro se devoren en un santiamén. A propósito de nada es imprescindible para cualquier amante del cine de Allen, pero también para cualquier amante del cine en general. No es una autobiografía al uso ni un sesudo repaso a su filmografía. Hay películas en las que se detiene mucho y otras apenas se limita a nombrarlas. Es la visión de un autor sobre su obra, una obra que no cree que valga demasiado, la verdad. Cierto que Allen salta de un tema a otro, introduce jugosas anécdotas que ocurren décadas después para luego volver atrás en el tiempo. A propósito de nada es un libro caótico que oscila entre lo cómico y lo trágico, como a vida misma. Ya las primeras páginas, en las que relata la existencia de su familia, me resultaron simplemente geniales. Ese humor negro y esa ironía del mejor Allen están presentes desde la primera página.
Misántropo por naturaleza, a Woody Allen no le gusta la gente y le importa un bledo lo que piensen de él o su obra. Es más, el universo no es más que una inmensa broma sin sentido. Allen siente un total desprecio por la opinión de los demás. Hace cine porque le encanta hacerlo. Pero le resbala todo lo que el público o la crítica opinen de sus películas. Por él, mañana pueden quemar todas sus películas en una hoguera. Allen vive por y para la escritura desde hace más de 60 años. Desde los chistes que enviaba a los periódicos siendo un adolescente, Woody Allen ha vivido siempre de su ingenio. Cierto que Allen saltó de la comedia al drama y que en su extensa filmografía hay de todo, pero siempre ha luchado por su libertad creativa. Le da igual lo que recauden sus películas o lo que la gente opine, una vez que las termina no vuelve a verlas ni a pensar en ellas. Alérgico a homenajes, celebraciones y premios, Allen ha escrito este libro desde la apasionante perspectiva de un impostor. Allen se ve a sí mismo como un impostor, un tipo que ha interpretado toda su vida a un intelectual sin serlo. Poco aficionado a la lectura en su juventud, su cultura proviene del cine y la televisión, Allen empezó a hacerse el culto para ligarse a esas chicas tan cool que siempre acababan pasando de él. Esas comedias ambientadas en Nueva York que veía de niño marcaron a fuego sus gustos. Como si unas gafas de pasta negra y una coronilla despejada lo convirtieran en un intelectual, Allen ha interpretado ese rol durante décadas. Pero él no se declara especialmente inteligente o talentoso. Puede que sea la falsa modestia de un tipo que supera los ochenta y no tiene nada que demostrar, pero el libro nos hace creer que realmente estamos ante un tipo con más suerte que talento. Un tipo que ha conocido a los personajes más interesantes de la segunda mitad del siglo XX (de Groucho Marx a Ingmar Bergman o Fellini). Por cierto, estos dos últimos son sus mayores referencias cinematográficas. Allen se muestra como ese tipo siempre acomplejado y temeroso de la muerte que no acaba de creerse la suerte que ha tenido para ser considerado un maestro del séptimo arte.
Allen despliega una prosa ágil y amena, muy propia de sus mejores guiones, que hace que el libro se devore. A propósito de nada es imprescindible para cualquier amante del cine de Allen, pero también para cualquier amante del cine. No es una autobiografía al uso ni un sesudo repaso a su filmografía. Hay películas en las que se detiene mucho y otras apenas se limita a nombrarlas. Es la visión de un autor sobre su obra, una obra que no cree que valga demasiado, la verdad. También plasma elementos fundamentales en su vida como su amor a Nueva York, su pasión por el Jazz o la devoción por Soon-Yi. Cierto que Allen salta de un tema a otro, introduce anécdotas jugosas que ocurren décadas después para luego volver atrás en el tiempo. A propósito de nada es un libro caótico que oscila entre lo cómico y lo trágico, como a vida misma. Ya las primeras páginas, en las que relata la existencia de su familia me resultaron simplemente geniales. Ese humor negro y esa ironía del mejor Allen están presentes desde la primera página.
El tono de comedia que domina casi todo el libro se torna casi en un thriller judicial cuando se detiene, quizás demasiado, en narrar su relación con Mia Farrow y las posteriores acusaciones de abuso sexual a su hija Dylan. En todo este turbio asunto Allen se postula como una víctima de las falsas acusaciones de una desquiciada y manipuladora Mia Farrow (según Allen). Acusaciones por las que Allen sufrió un verdadero calvario (muchos actores renegaron de él y varios proyectos se quedaron sin estreno) y de las que Allen apenas se defendió públicamente, aunque sí ante la justicia, donde nunca fue acusado formalmente de nada. Pero Allen ha sido paciente y su desquite ha llegado con este libro. No voy a entrar en pormenores más o menso escabrosos, el que quiera que se lea el libro. Allen no solamente da su versión de los hechos, sino que aporta los testimonios de asistentes e informes periciales que fueron fundamentales en su caso. Eso sí, esta parte fianl de A propósito de nada huele a plato de venganza servido frío, casi helado.
Aun así, la lectura de A propósito de nada es apasionante.
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