Entendamos bien el asunto de escribir. Uno no escribe para ganar el premio Pulitzer, sino para buscar la belleza. Me han dicho en alguna ocasión que mis textos son muy elaborados. Y no es así. Son directos y fluyen al momento. Sin querer dar ningún consejo, me gustaría plasmar la idea de lo que supone el escribir.
Para escribir bien es necesario forzar los mecanismos del lenguaje y que así se produzcan los cambios internos necesarios que favorecen la síntesis al plasmar las ideas.
Son numerosas las barreras que se interponen entre los dedos y el corazón, al escribir. Porque la razón está en medio, no pocas veces estorbando. Escribir bien no es algo que se aprende con el intelecto, antes de hacerlo. Es algo que se consigue experimentando. Primero va la acción, después el resultado. Mejor dicho, durante la acción se produce el resultado.
Los escritores profesionales escriben entre 8 y 10 horas diarias para conseguir que el alma se asome a la punta de los dedos sin pasar por la razón. Que vendría a ser algo como tocar un instrumento musical. Digamos que el teclado del ordenador es un piano, y el lenguaje, la música.
El músico, cuando lleva tocando muchas horas al día su instrumento, consigue conectar su alma directamente con la guitarra, o con el teclado, para expresar instantáneamente lo que se imagina sin pasarlo por la razón.
“Quítate la frente”, le decía Vallejo a Pessoa al leer semejantes textos. “Gravísimo cetáceo”, le llamaba. Esto lógicamente referido solo a la escritura de poesía o prosa poética.
Con esto, quiero decir que la escritura no es solo expresarse bien, que va implícito en el pack. Se presupone. Es poder transmitir lo que llevamos dentro desvestido de todo saber aprendido de terceros. Se trata de plasmar lo que sentimos y vivimos a partir de nuestro propio filtro. De buscar la belleza con los dedos, sin ser consciente de los mecanismos (ya entrenados) que confeccionan el texto al escribir.
Muy bueno!
Gracias Mab