Ríos de píxeles y tecleos no dejan de fluir a lo largo de la Red hablando de la valía y consistencia del maestro Rosendo. Se engrandece su figura, la que él se empeña en regar con algo mejor que ego: modesta honestidad. Y entre textos mitómanos y giras, Rosendo Mercado lanza nuevo disco. Lejos de lo que se puede esperar a su edad, resurge peleón, dispuesto a cagarse en la vergonzosa actualidad política y social a base de elaborada y elegante dialéctica.
He encontrado aquí al Rosendo más abrasivo, marcando firme paso en temas como “Al Lodo Brillo”, que marca el comienzo con riffes oscuros y testimonios de realidad. También reparte cera en “Vergüenza Torera”, a lengua depilada y mala hostia bien dirigida. He aquí condensada mucha mala uva de un hombre cansado de empaparse de mentiras, un testigo a pie de barrio que, tras paso de años y lucha, sigue amando lo que hace. “Y Venga Vueltas”.
Si bien el padre del rock urbano ha mantenido un nivel discográfico que ya quisieran otros, a sus últimos álbumes les faltaba algo de garra y les sobraban algunos temas poco gancheros. Con los brazo abiertos he recibido esta nueva entrega de su constante afán artístico, que me ha parecido su mejor álbum en años. Ha llegado a mejores estribillos, los cuales empiezan a destacar a partir de “Haciendo Cábalas”, con las grandiosas “Autócratas” o “Cuando…” y épicas “A Remar” y “Muele la Muela”. Directas al directo.
Se descubre como un hombre con espíritu de aguante, de guitarra por arma. El tipo que recibe collejas, deja caer ligeramente la cabeza, pero jamás se arrodilla. Resiste entonando elegantes y enrevesadas frases que no requieren la desencriptación que aparentan. Se desnuda un Rosendo hoy día harto de indiferencia y falta de miras general. Un Rosendo que invita, a mi modo de ver, no a una revolución a gran escala, si no a la de uno mismo, a no caer en la fácil redención que busca la intimidación. “A remar” en compañía, con fuerza.
Me transmite, entre huesudos riffes y solos de guitarra instintivos y resultones, que caiga lo que caiga, la opinión propia y las ideas hay que cuidarlas, no enterrarlas. Superar el “lastre gubernamental”. Por mucho que el orden se empeñe en lo contrario, una meta es un objetivo, al igual que un “sacrificio no es un capricho, ni una condición (…) es un principio y una conclusión”. No es un “Delirio”. Como tampoco lo es el ser rockero y vivir de ello a los casi 59 años, lanzando un disco más completo que “A Veces Cuesta Llegar al Estribillo” y “El Endémico Embustero y el Incauto Pertinaz”, más peleón, consciente, y sobre todo, alentador, como hoy día falta nos hacen. Un notable álbum en el que, a diferencia de sus últimos trabajos, la música, que había perdido protagonismo, pesa casi tanto como los excelentes textos.
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