Aunque a veces algunos parezcan querer ignorarlo, el heavy metal de este país, ha dado allá por los ochenta, un puñado de discos que deben de ser imprescindibles en las estanterías, no ya de los seguidores del heavy, también de aquellos, que han convertido el rock en su forma de pasión. Eran tiempos complicados aquellos, la permisividad ante las pintas no era la de ahora, en la que las modas imponen a ciertos sectores, imágenes que hace unos años eran impensables. Eran días, de andar por la calle, casi con el D.N.I. en la boca. No podría contar las veces que la policía nacional me paró en su día, pidiéndome la documentación, por llevar el pelo largo y pendientes, hace ya casi treinta años. Ni la de cacheos sufridos y amenazas, por no encontrarme nada, que pudiese satisfacer su sed de justicia. Toda esa forma de vivir, de entender que el heavy metal era algo más que un ritmo que escuchar, que era una especie de hermandad, incluso entre gente que no se conocía, pero a la que unía no solo un puñado de canciones, sino también, un montón de vivencias en común. Encontrarte un tipo con una camiseta de un grupo, un disco o una revista en la mano, era la excusa perfecta para comenzar una conversación, para poner en efecto esa predisposición a crear comunidad. Y todo ello se reflejaba en las letras de las bandas de la época, algo que veo criticar a generaciones posteriores, quizás porque es complicado entenderlo, sin haberlo vivido. Y es que el vivir diario de la calle, marcaba a fuego esas canciones.
Uno de esos discos indispensables, es aquel «Devorando las calles» de Leize. Un disco que tantos años después, sigue perviviendo en la memoria, y sigue siendo reivindicado por muchos. Leize contenían ese halo callejero que tan común nos era a tantos. Era la banda sonora perfecta para aquellos que compartiamos litronas, que nos juntábamos en los billares, que nos enfrentábamos a la vida, golpe a golpe, paso a paso, desde las entrañas del barrio. Leize se convirtieron por derecho propio, en parte de aquella historia, la suya, la nuestra, a base de buenos discos, de grandes canciones, que nos resultaban cercanas en su mensaje. Crecimos, cambiamos, pero la música sigue estando ahí, y aunque pasen los años, y los problemas se tornen de otra manera, ahí continuamos muchos, y ahí están todavía Leize, formados en el 82, que volvían en 2007, después de diez años y ahora encaran este final de 2015, con un nuevo disco, con un Félix, autentico luchador, que se niega a dejar morir esta historía, porque aún tiene mucho que decir, que contar, y yo que se lo agradezco.
«Cuando te muerden», nuevo disco de la banda, es su esencia. Sus letras, su forma de entender el rock duro, de conectar con su gente de siempre, y con aquellos que se han ido incorporando a su camino. Y se han marcado un discazo, ¡si señor!. Reconozco que estoy disfrutando, muchísimo con estas nuevas canciones, que se adhieren a la piel, como abrigo ante la adversidad de la realidad. Siguen sonando a clásicos, a lo que mamamos hace ya tantos años, cuando nadie decía aquello de ser heavy con la boca pequeña. Riffs, melodías y letras con mensaje. Canciones como la inicial «Donde está!!!», «Hundiéndome en la noche», «Sospechoso», «Sin ti»…. no podría destacar ninguna, porque me gustan todas. ¡Que gran disco se han marcado estos tíos!. Ojalá sigan así mucho más tiempo.
0 comentarios