Character of the Happy Warrior es un poema de William Wordsworth escrito como elegía moral en memoria de su amigo Lord Nelson que murió en la batalla de Trafalgar. El poema describe un ideal ético de lo que un soldado de aquella época debía ser. Principalmente humano, alguien íntegro, sereno y guiado por la conciencia.
Character of the Happy Warrior
By William Wordsworth
Who is the happy Warrior? Who is he
That every man in arms should wish to be?
—It is the generous Spirit, who, when brought
Among the tasks of real life, hath wrought
Upon the plan that pleased his boyish thought:
Whose high endeavours are an inward light
That makes the path before him always bright;
Who, with a natural instinct to discern
What knowledge can perform, is diligent to learn;
Abides by this resolve, and stops not there,
But makes his moral being his prime care;
Who, doomed to go in company with Pain,
And Fear, and Bloodshed, miserable train!
Turns his necessity to glorious gain;
In face of these doth exercise a power
Which is our human nature’s highest dower:
Controls them and subdues, transmutes, bereaves
Of their bad influence, and their good receives:
By objects, which might force the soul to abate
Her feeling, rendered more compassionate;
Is placable—because occasions rise
So often that demand such sacrifice;
More skilful in self-knowledge, even more pure,
As tempted more; more able to endure,
As more exposed to suffering and distress;
Thence, also, more alive to tenderness.
—’Tis he whose law is reason; who depends
Upon that law as on the best of friends;
Whence, in a state where men are tempted still
To evil for a guard against worse ill,
And what in quality or act is best
Doth seldom on a right foundation rest,
He labours good on good to fix, and owes
To virtue every triumph that he knows:
—Who, if he rise to station of command,
Rises by open means; and there will stand
On honourable terms, or else retire,
And in himself possess his own desire;
Who comprehends his trust, and to the same
Keeps faithful with a singleness of aim;
And therefore does not stoop, nor lie in wait
For wealth, or honours, or for worldly state;
Whom they must follow; on whose head must fall,
Like showers of manna, if they come at all:
Whose powers shed round him in the common strife,
Or mild concerns of ordinary life,
A constant influence, a peculiar grace;
But who, if he be called upon to face
Some awful moment to which Heaven has joined
Great issues, good or bad for human kind,
Is happy as a Lover; and attired
With sudden brightness, like a Man inspired;
And, through the heat of conflict, keeps the law
In calmness made, and sees what he foresaw;
Or if an unexpected call succeed,
Come when it will, is equal to the need:
—He who, though thus endued as with a sense
And faculty for storm and turbulence,
Is yet a Soul whose master-bias leans
To homefelt pleasures and to gentle scenes;
Sweet images! which, wheresoe’er he be,
Are at his heart; and such fidelity
It is his darling passion to approve;
More brave for this, that he hath much to love:—
‘Tis, finally, the Man, who, lifted high,
Conspicuous object in a Nation’s eye,
Or left unthought-of in obscurity,—
Who, with a toward or untoward lot,
Prosperous or adverse, to his wish or not—
Plays, in the many games of life, that one
Where what he most doth value must be won:
Whom neither shape or danger can dismay,
Nor thought of tender happiness betray;
Who, not content that former worth stand fast,
Looks forward, persevering to the last,
From well to better, daily self-surpast:
Who, whether praise of him must walk the earth
For ever, and to noble deeds give birth,
Or he must fall, to sleep without his fame,
And leave a dead unprofitable name—
Finds comfort in himself and in his cause;
And, while the mortal mist is gathering, draws
His breath in confidence of Heaven’s applause:
This is the happy Warrior; this is he
That every man in arms should wish to be.
Figura de un Guerrero Dichoso
por William Wordsworth
¿Quién es ese dichoso Guerrero? ¿Quién es aquel
que todo hombre en armas desearía ser?
—Es ese Espíritu generoso, que, al ser presentado
entre las tareas de la vida real, ha obrado
según el plan que seducía su ingenuo pensamiento:
cuyos elevados esfuerzos son una íntima luz
que hace que el camino ante él sea siempre luminoso;
quien, con un instinto natural para discernir
lo que el conocimiento puede satisfacer, se esmera en aprender;
se atiene a esta resolución y no se detiene ahí,
más antepone su moral por encima de todo;
quien, condenado a caminar junto al dolor,
el miedo y la masacre, ¡miserable tren!
convierte su necesidad en glorioso beneficio;
frente a estos ejerce un poder
que es el más excelso don de nuestra naturaleza humana:
los controla y somete, transmuta, los despoja
de su mala influencia, y su gracia recibe:
mediante propósitos que podrían forzar al alma a moderar
su sentir, volviéndola más compasiva;
que puede aplacarse— porque ocasiones surgen
tan a menudo que exigen tal sacrificio;
más diestro en el autoconocimiento, incluso más puro
cuanto más tentado; más capaz de resistir
cuanto más expuesto al sufrimiento y a la dificultad;
por ello, también, más abierto a la ternura.
—Es aquel cuya ley es la razón; quien depende
de esa ley como del mejor de los amigos;
de ahí, en un estado donde los hombres aún son tentados
al mal para protegerse de un mal peor,
y en aquello que en excelencia o hecho es superior,
rara vez sobre un fundamento sólido reposa,
se afana en asentar el bien sobre el bien, y debe
a la virtud cada triunfo que conoce:
—quien si a un puesto de mando ascendiera,
subiría de manera honesta; y ahí se quedará
en nobles condiciones, o de lo contrario se retirará
y guardará en sí mismo su propio deseo;
quien comprende su deber, y, al mismo
se mantiene fiel con un único fin;
y, por tanto, no se rebaja, ni se queda al acecho
de la riqueza, los honores, o esos poderes mundanos;
a quien han de seguir; sobre cuya cabeza han de caer
cual lluvia de maná, si es que llega a caer:
cuyos poderes se desprendían a su alrededor en la contienda común,
o en esas leves inquietudes de la vida cotidiana,
la influencia constante, una gracia peculiar;
mas quién, si es llamado a enfrentar
algún momento terrible al que el Cielo ha ligado
grandes designios, buenos o malos para la humanidad
es feliz como un Amante; y ataviado
con súbito fulgor, cual hombre inspirado;
y, en el fragor del conflicto, mantiene esa ley
en la forjada calma, y ve lo que anticipó;
o si una inesperada llamada sucede,
venga cuando venga, igual a la necesidad:
—aquel que, aunque dotado como de un sentido
y una facultad para la tormenta y la turbulencia,
tiene aún un alma cuya principal inclinación se decanta
por los placeres hogareños y las escenas apacibles;
¡dulces imágenes! Que, dondequiera que él esté
suceden en su alma; y tal fidelidad
es su pasión favorita a aceptar;
más valiente por esto, pues tiene mucho que amar: —
es, por fin, el Hombre, que, exaltado
presencia conspicua a los ojos de una Nación,
o abandonado al olvido en la oscuridad, —
quien, con propicia o desfavorable suerte,
próspera o adversa, lo quisiera o no —
participa en los muchos juegos de la vida,
aquellos donde lo que más valora debe ser ganado:
a quien ni la apariencia ni el peligro pueden amedrentar,
ni la esperanza de un tierno gozo traicionar;
quien, no contento con que el mérito pasado se mantenga firme,
mira hacia delante perseverando hasta el final,
de bien a mejor, superándose a sí mismo cada día:
aquel cuyo prestigio recorrerá la tierra
siempre y nobles hazañas hará brotar,
o habrá de caer, para dormir sin su fama
y legar un nombre muerto en inservible —
hallar consuelo en sí mismo y en su causa;
y, mientras la niebla mortal se acumula, respirar
confiado en el aplauso de los Cielos:
este es el Guerrero dichoso; este es aquel
que todo hombre de armas desearía ser.





















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