La Sala Independance estaba anoche hasta los topes. Se tardaba en entrar, lo que ocasionó un ligero retraso de diez minutos. El concierto comenzó a las diez menos veinte, aproximadamente. Y donde digo concierto, digo comunión entre ambos lados del escenario. Una especie de reunión de viejos amigos. Pablo Perea es de los que hacen magia, y la hace con empeño y entrega. Ya es la segunda vez que me hace feliz durante un par de horas, y por ello, pasa a ser cita obligada cada vez que me sea posible. Resumamos.
Los músicos: desconozco si Pablo es de los que piden lo mejor, o de los que se guían por instinto para elegir a quienes le respaldarán durante sus conciertos. Comenzando por el tipo de sonrisa contagiosa tras la batería, un descomunal Toni Mateos , pasando por otros reputados como Marco Rasa, Paco Bastante y Javier Fuertes, disfrutamos de una banda de profesionales que sonaba tan engrasada como si llevasen toda la vida juntos. Se adaptaron a contratiempos mediando entre ellos con gestos leves (una cuerda de guitarra rota, algún desliz menor de Pablo con las letras) y sonrieron. Como son músicos y, hasta donde sé, no actores, doy por hecho que lo pasaban tan bien como el público.
El sonido: primera vez que acudo a la Independance, y a pesar de que nos comentaron que el técnico era nuevo y lo habían preparado todo presurosamente, la acústica fue buena. Todo sonó en su sitio, a excepción de la guitarra de Fuertes, baja con respecto al resto. El teclado resultó delicioso en canciones que protagoniza, como “No Te Rindas”, o en las que actuaba de acompañamiento esencial, como “Al Lado de Tí”. La batería, a pesar de la pegada de Toni, y el bajo, hicieron una genial base que dotó al conjunto de un tacto más áspero del que cuentan en estudio. La banda sonó más cruda, más rockera. Javier hizo suyos los temas, adornando y punteando con profesionalidad, pero mención aparte merecen la preciosa Fender de Pablo, con un sonido retro que vistió a los riffes de rock n’ roll de otro tiempo. Bastó una canción, la inicial “Conjunto Vacío” para que todo se regulase al nivel que disfrutamos todo el concierto.
Las canciones: un setlist para fans. La base fija de seguidores es la que asiste a sus conciertos. Pocos serían los que lo veían por primera vez, y dando esto por hecho, imagino que para el propio Pablo será fácil elaborar un setlist con un poco de todo, incluyendo canciones nuevas y piezas que nunca habían sonado en directo (tocaron por primera vez «Quiero más de lo que me das»). No faltaron delicias de Las Botas Gastadas, como ese grandioso “Experiencia”, “Angel Negro” o “Tras las Huellas de mis Pies”, piezas que rodeó con clásicos que da gusto cantar al unísono con toda una sala llena de apasionados. Momentazos como el generacional “Viviendo de Noche”, o el clásico “La Calle de los Sueños Rotos”. Brutal el “No te Rindas”, y divertida intervención de su hijo en “Bajo las Leyes de la Piel”, y de Vicente “el joyero” que cantó con ambos el “Nunca Fuimos Ángeles”. También colaboró Dani Flaco con un tema nuevo, «Mi Portazo», bastante interesante.
No faltó el cara a cara en el que nos enfrentarnos al torrente de voz de Pablo, con la única base de su guitarra acústica, deleitándonos con su medley de baladas: “Ansiedad”, “Si Pudiera”, “De Aquí a la Eternidad”… Momento lacrimoso por lo emocionante, coral y cercano. De los que hacen únicos los conciertos de La Trampa.
A pesar de estar en el setlist, no sonó “El Rastro de tus Labios”, por falta de tiempo, supongo. Por el contrario, “Acércate y Bésame” fue una despedida de lo más dulce, alegre. Un apretón de manos, mucho agradecimiento sincero, un hasta pronto. Porque lo habrá, y ahí estaremos.
El talento de Pablo: brilla con luz propia. Un descomunal chorro de voz que luce con pasión. Pablo tiene carisma, y su forma de hablar y dirigirse al público, cual vecino o amigo del barrio, como buen madrileño, le hace ganar puntos, pero es cuando comienza a subir tonos y variar registros cuando te das cuenta de que el tipo está a otro nivel. Sabe interpretar acentuando cada palabra cuando ha de hacerlo para despertar emociones, y eso, parece magia. Su voz es pura presencia, un continuo fluir de talento natural. Le sale de dentro, y lo comparte con su público.
Siempre que el ambiente sea tan bueno, Pablo conserve las ganas y la pasión, y La Trampa siga atesorando buenas canciones, asistiré a sus conciertos. No es una velada de las más enérgicas, ni de las más íntimas. Es otra cosa. Es un concierto cercano, del que sales feliz.
Setlist:
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