Una de las citas más interesantes del panorama “bluesero” nacional, sin duda, es el Tomate Blues que se celebra anualmente en la localidad sevillana de Los Palacios y Villafranca. Y es importante por su propia idiosincrasia pues además de su cuidada programación, con referentes del panorama nacional e internacional, el festival es gratuito y celebrado en el estupendo recinto del Parque de las Marismas, con un único escenario de buenas dimensiones y sonido.

Una edición, esta del 2025, que abrían los malagueños Tabletom, banda maldita con casi cincuenta años de trayectoria. Un combo que tuvo la mala fortuna de ser enclavados en los ochenta dentro del llamado rock andaluz, cuando su estilo hibrida reggae, blues, jazz y rock, con poesía urbana de barrio (casi de barrio bajo). Auténtica contracultura. Demasiado para las discográficas del momento.

Pero siguen manteniendo el estatus de culto, sustituyendo a la figura de su vocalista Rockberto, fallecido hace más de una década, por Salva Reina que cumple a la perfección, junto a los hermanos Ramírez (Perico y Pepillo) al saxo y guitarra como miembros fundadores, acompañados del bajo, batería y teclado de Jorge Blanco, Carlos Campos y Manuel Nocete. Una hora que nos supo a poco con temas como el “Reggae de las macetas”, “Málaga”, “Pescaíto frito”, el tema que popularizó Extremoduro “Me estoy quitando” y final con el mítico “No tengo ná”.
Y continuaba el Tomate Blues con Del Toro Blues Band, capitaneado por el vocalista y armonicista Danny Del Toro que fundó la banda en Suecia para trasladarse a Madrid donde continua llevando la música de raíz negra por toda la geografía peninsular y europea.

Su hora y diez minutos se interpretó en formato cuarteto con la base rítmica de Javier Rodríguez al bajo y Carlos Tello a la batería, junto a la guitarra de Miguel Martínez. Todos excelentes músicos creando una atmósfera excepcional con temas propios como “I need your help baby”, “Lonesome” o “Help me” aunque los momentos de más intensidad se vivieron con la armónica en solitario (imitando el sonido del ferrocarril) en “John Henry” y con la preciosa “Looking for better life”.

Y tras los madrileños, Julián Maeso llegaba desde Toledo en formato cuarteto con guitarra, bajo y batería y Maeso combinando la acústica, la eléctrica y el órgano Hammond, del que es todo un especialista, quizás el mayor, de toda España. Hora y media de altísimo nivel con grandes canciones como “I must have dreaming”, “The road less travelled”, “It´s been a hard day” o “Leave it time”, donde además demostraron “tablas” pues solventaron de forma admirable un pequeño problema de sonido.

Un repertorio cuanto menos arriesgado pues fue “in crescendo”, con una primera parte con la acústica, más relajado y folk a lo Bob Dylan, subiendo el nivel con la eléctrica y anonadarnos en el final con el Hammond. Una formación que, sin duda, no goza del favor que debería pues es de lo mejor que se puede escuchar en Europa dentro de la americana y rock sureño.

Y para cerrar una debilidad para el que suscribe como es La Perra Blanco, comandada por Alba Blanco (con nuevo «look» sin sus características «rastas»), una de las mejores (quizás la mejor) front woman del panorama rockabilly europeo a la voz y seis cuerdas. Le acompaña una banda de muchos quilates con el excelso Guillermo González al contrabajo y los no menos geniales Jesús López a la batería y Gerard Vercher al saxo y teclado.

Hora y cuarto de plena intensidad, con los impagables parlamentos de Alba presentando las diferentes canciones, duelos instrumentales de altura que culminaron con Blanco y Vercher tocando junto al público y una calidad que en su estilo musical nadie puede siquiera acercarse en España. Y además un estupendo cancionero como “Bad not for you”, “Rock me babe”, “What is wrong with you”, “So blue and so sad” o “Get it out”. Un triunfo absoluto que nos hizo bailar, cantar y emocionarnos, sirviendo de “broche de oro” a un Tomate Blues 2025 que ha conseguido reunir un cartel de antología que además, en lo personal, vivimos junto a antiguos, y nuevos, amigos de Los palacios a los que quiero dedicar esta modesta reseña.





















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