“La guerra de los Rose” es todo un clásico de finales de los ochenta dirigido por un Danny De Vito en “estado de gracia” y con unos inconmensurables Michael Douglas y Kathleen Turner en el momento álgido de sus carreras cinematográficas.

El secreto de su éxito radicaba en un guion mordaz, lleno de odio donde un matrimonio conformado por dos personas razonables iniciaba un terrible y mezquina batalla tras finalizar su relación y emprender el proceso de divorcio. Un espectacular “tour de force” por conseguir hacer el mayor daño posible a su pareja, convertida en enemigo. Para mitigar un tanto la perversa personalidad y que nos dejase un hálito de esperanza, el hombre intentaba reconducir la situación hasta el último momento, con un final inolvidable y lleno de pesimismo.
Este “remake” titulado “Los Rose” mantiene la constante de comedia negra de su predecesora y cimenta la obra en unos diálogos sagaces y una pareja protagonista de altura pero queda lejos de la anterior versión, ya que ese tono de maldad intrínseca, casi rayando la psicopatía, se convierte ahora en un amago sin golpear, en un producto menor que no escandalizará a nadie. Algo que se puede ver sin demasiados sobresaltos ni molestia en el espectador.
Y eso que detrás del guion se encuentra Tony Mc Namara, autor de dos “libretos” tan interesantes como los de “La favorita” y “Pobres criaturas”, dos trabajos para Yorgos Lanthimos mucho más brutales que esta “Los Rose”. El autor irlandés construye buenas réplicas y contrarréplicas (es innegable) pero la historia adolece de la profundidad del largometraje de Danny De Vito.
Tampoco seduce con su puesta en escena un Jay Roach que parece dirigir con el “piloto automático”. Un cineasta que comenzó su andadura con la saga de “Austin Powers”, a los que siguió con el díptico de “Los padres de ella”. Comedias mordaces que continuaron con dos filmes más políticos como “Trumbo” y “El escándalo”. Todas películas con buena factura técnica, presupuesto medio y con protagonistas de renombre aunque ninguna pase del aprobado.
Lo mismo sucede con esta, donde lo mejor, además de los diálogos, es su pareja principal con unos estupendos Olivia Colman y Benedict Cumberbatch. Ellos conducen la trama, resultando creíbles aunque todo el edificio se cimente en un cambio de roles, donde él fracasa en su trabajo mientras ella se eleva de ama de casa a chef de importancia mundial. Todo demasiado obvio y tratado sin la “mala uva” de “la guerra de los Rose” que queda como un largometraje infinitamente superior.




















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