Estamos ya con el poema número 99 de Las Flores del Mal, de Charles Baudelaire. Un bello texto sin título, que se plasma a modo de recuerdo, demostrando que el corazón de nuestro poeta se acuerda de cada detalle. Como si hubiese estado omnipresente. Un corto poema que no por ello facilita las cosas. Más bien al contrario, ya que Baudelaire era endiabladamente preciso con los adjetivos. Algo que hay que reproducir lo más acertadamente posible. También indicar que hay dos referencias. Una a Pomona, la diosa romana de la fruta y los árboles frutales, relacionada con el cuidado y la poda de los mismos. Y otra a Venus, la diosa romana. Querría indicar también, que, «sarga», es un tipo de tela de mucha calidad. Un tejido muy usado en la industria textil por su equilibrio entre resistencia, flexibilidad y apariencia estética.
XCIX
Je n’ai pas oublié, voisine de la ville,
Notre blanche maison, petite mais tranquille;
Sa Pomone de plâtre et sa vieille Vénus
Dans un bosquet chétif cachant leurs membres nus,
Et le soleil, le soir, ruisselant et superbe,
Qui, derrière la vitre où se brisait sa gerbe,
Semblait, grand œil ouvert dans le ciel curieux,
Contempler nos dîners longs et silencieux,
Répandant largement ses beaux reflets de cierge
Sur la nappe frugale et les rideaux de serge.
XCIX
No he olvidado, vecina de la ciudad,
nuestro blanco hogar, pequeño pero tranquilo;
su Pomona de yeso y su vieja Venus
en un escaso bosquecillo ocultando sus miembros desnudos
y el sol, al atardecer, resplandeciente y soberbio,
quien, detrás de la ventana donde se estrella su haz,
parecía, enorme ojo abierto en el cielo inquisitivo,
contemplar nuestras silenciosas y prolongadas cenas,
esparciendo anchamente sus hermosos reflejos veladores
sobre el austero mantel y las cortinas de sarga.
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