El siguiente poema de Las Flores del Mal, la obra de Charles Baudelaire, se titula, Danza Macabra. Es un largo poema que retrata a la sociedad parisina de manera decadente y precisa. En él hay dos referencias. Una a Antinoos y otra a Lovelace. El primero fue un joven griego del siglo II d.C, amante del emperador Adriano, cuya belleza fue tan admirada que, tras su muerte, Adriano lo deificó y promovió su culto por todo el Imperio Romano. La segunda referencia a Lovelace, se trata del personaje principal de la novela Clarissa (1748) de Samuel Richardson. Lovelace es un aristócrata seductor, manipulador y libertino, conocido por su astucia y capacidad para conquistar mujeres.
Danse Macabre
À Ernest Christophe
Fière, autant qu’un vivant, de sa noble stature,
Avec son gros bouquet, son mouchoir et ses gants,
Elle a la nonchalance et la désinvolture
D’une coquette maigre aux airs extravagants.
Vit-on jamais au bal une taille plus mince?
Sa robe exagérée, en sa royale ampleur,
S’écroule abondamment sur un pied sec que pince
Un soulier pomponné, joli comme une fleur.
La ruche qui se joue au bord des clavicules,
Comme un ruisseau lascif qui se frotte au rocher,
Défend pudiquement des lazzi ridicules
Les funèbres appas qu’elle tient à cacher.
Ses yeux profonds sont faits de vide et de ténèbres,
Et son crâne, de fleurs artistement coiffé,
Oscille mollement sur ses frêles vertèbres.
Ô charme d’un néant follement attifé!
Aucuns t’appelleront une caricature,
Qui ne comprennent pas, amants ivres de chair,
L’élégance sans nom de l’humaine armature.
Tu réponds, grand squelette, à mon goût le plus cher!
Viens-tu troubler, avec ta puissante grimace,
La fête de la Vie? ou quelque vieux désir,
Éperonnant encor ta vivante carcasse,
Te pousse-t-il, crédule, au sabbat du Plaisir?
Au chant des violons, aux flammes des bougies,
Espères-tu chasser ton cauchemar moqueur,
Et viens-tu demander au torrent des orgies
De rafraîchir l’enfer allumé dans ton cœur?
Inépuisable puits de sottise et de fautes!
De l’antique douleur éternel alambic!
À travers le treillis recourbé de tes côtes
Je vois, errant encor, l’insatiable aspic.
Pour dire vrai, je crains que ta coquetterie
Ne trouve pas un prix digne de ses efforts;
Qui, de ces cœurs mortels, entend la raillerie?
Les charmes de l’horreur n’enivrent que les forts!
Le gouffre de tes yeux, plein d’horribles pensées,
Exhale le vertige, et les danseurs prudents
Ne contempleront pas sans d’amères nausées
Le sourire éternel de tes trente-deux dents.
Pourtant, qui n’a serré dans ses bras un squelette,
Et qui ne s’est nourri des choses du tombeau?
Qu’importe le parfum, l’habit ou la toilette?
Qui fait le dégoûté montre qu’il se croit beau.
Bayadère sans nez, irrésistible gouge,
Dis donc à ces danseurs qui font les offusqués:
«Fiers mignons, malgré l’art des poudres et du rouge,
Vous sentez tous la mort ! Ô squelettes musqués,
Antinoüs flétris, dandys à face glabre,
Cadavres vernissés, lovelaces chenus,
Le branle universel de la danse macabre
Vous entraîne en des lieux qui ne sont pas connus!
Des quais froids de la Seine aux bords brûlants du Gange,
Le troupeau mortel saute et se pâme, sans voir
Dans un trou du plafond la trompette de l’Ange
Sinistrement béante ainsi qu’un tromblon noir.
En tout climat, sous tout soleil, la Mort t’admire
En tes contorsions, risible Humanité,
Et souvent, comme toi, se parfumant de myrrhe,
Mêle son ironie à ton insanité!»
Danza Macabra
A Ernest Christophe
Orgullosa, tanto como un ciudadano de su noble estatura,
con su enorme ramillete, su pañuelo y sus guantes,
tiene ella la despreocupación y la soltura
de una esbelta coqueta con aires extravagantes.
¿Se ha visto alguna vez en el baile una cintura más delgada?
su excesivo vestido, en su real amplitud,
se desmorona generosamente sobre un enjuto pie que comprimido
en un emperifollado zapato, luce como una flor.
El volante del que hace uso al borde de las clavículas,
como una corriente lasciva que se frota contra la roca,
se defiende pudorosamente de las burlas ridículas,
esos fúnebres encantos que ella quiere ocultar.
Sus profundos ojos están hechos de vacío y tinieblas
y su cráneo de flores artísticamente adornado,
oscila lánguido sobre sus frágiles vértebras.
¡Oh, encanto de una nada locamente ataviada!
Algunos te llamarán caricatura,
quienes no comprenden, amantes ebrios de carne,
la elegancia sin nombre de la armadura humana.
Tú respondes, cumplido esqueleto, ¡a mi gusto más querido!
¿Vienes a turbar, con tu poderoso gesto
la fiesta de la Vida? ¿o algún viejo deseo,
espoleando todavía tu animada carcasa,
impulsándote, confiada, al sábado del Placer?
¿Con el canto de los violines y esas llamas de las velas,
esperas ahuyentar tu burlona pesadilla
y vienes a pedir al torrente de las orgías
que refresque el infierno encendido en tu corazón?
¡Inagotable pozo de estupideces y errores!
¡de ese antiguo dolor eterno todavía!
A través de la entramada curvatura de tus costillas
veo, aún errante, al insaciable basilisco.
A decir verdad, temo que tu coquetería
no encuentre un precio digno de sus esfuerzos;
¿Quién de estos mortales corazones entiende la broma?
¡Los encantos del horror solo embriagan a los fuertes!
El abismo de tus ojos, lleno de horribles pensamientos,
exhala vértigo, y los cautelosos bailarines
no contemplarán sin amargas náuseas
la sonrisa eterna de tus treinta y dos dientes.
Aun así, ¿quién no ha abrazado a un esqueleto
y se ha alimentado de esas cosas de la tumba?
¿Qué importa el perfume, la ropa o el aseo personal?
Quien actúa con repugnancia demuestra que se cree guapo.
Bailarina sin nariz, irresistible puta,
dile a esos danzarines que se hacen los ofendidos:
“Lindos orgullosos, a pesar del arte de los talcos y del carmín,
¡oléis todos a muerte! Oh esqueletos almizclados,
Antinoos marchitos, dandis de rostro lampiño,
cadáveres barnizados, canosos lovelaces,
el balanceo universal de la danza macabra
os conduce a esos lugares ¡que son desconocidos!
De los fríos muelles del Sena a las ardientes orillas del Ganges,
el rebaño mortal salta y se embelesa, sin ver
en un agujero del techo la trompeta del Ángel
siniestramente abierta como un negro trabuco.
En todo clima, bajo todo sol, la Muerte te admira.
En tus contorsiones, la risible Humanidad,
a menudo, como tú, perfumada de mirra,
¡mezcla su ironía con tu locura!
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