Pedro Almodóvar nos presenta en “La habitación de al lado” una película que, aunque galardonada con el León de Oro en Venecia, se me antojó algo distante y fallida a la hora de emocionarme. La película narra el reencuentro de dos antiguas amigas, Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton), en el contexto de la enfermedad terminal de una de ellas, lo que generará no pocas reflexiones sobre la muerte. Sin embargo, estas protagonistas pertenecen a una élite cultural tan refinada que sus preocupaciones y diálogos resultan lejanos para la mayoría de los espectadores, simples mortales.
Visualmente, Almodóvar despliega su característico uso del color, con una predominancia del color rojo en casi cada plano, lo que aporta una intensidad visual que contrasta con la frialdad emocional de la narrativa. La fascinante fotografía, a cargo de Eduard Grau, es impecable, creando composiciones que recuerdan a cuadros de Edward Hopper, sin embargo, esta belleza estética no logra compensar la falta de conexión emocional con los personajes. Los marginados de la primera época del cine de Almodóvar nos resultaban más cercanos y creíbles que estas dos mujeres de mediana edad. Almodóvar, como Woody Allen, ya no muestra interés por la gente común y parece centrarse en las élites. Será que los pobres ya no dan juego.
Es evidente la influencia de maestros del melodrama como Douglas Sirk, con su estilización visual y temáticas de apariencias engañosas, así como de Ingmar Bergman, en la exploración de la muerte y la psique de dos personajes femeninos (como en Persona). Sin embargo, mientras Sirk y Bergman lograban involucrar al espectador en las emociones de sus personajes, Almodóvar aquí se queda en la superficie, ofreciendo una obra que se siente más como un solvente ejercicio de estilo que como una historia finalmente conmovedora. Ni siquiera la música de Alberto Iglesias consigue emocionarnos esta vez.
Almodóvar se va por las ramas con esa historia de los misioneros españoles, que no aporta nada y sirve para dejar la impronta ideológica del director, el problema es que no aporta nada de interés. Por si fuera poco, el personaje de John Turturro aporta una nota discordante con sus soflamas contra el capitalismo metidas con calzador, es más, su presencia se siente forzada y poco integrada en la trama principal, añadiendo una capa extra de pretenciosidad que aleja aún más al espectador de la trama.
En resumen, “La habitación de al lado” es una película correcta que, aunque visualmente deslumbrante, carece de la calidez que caracteriza las mejores obras de Almodóvar. Es un film elitista que, al igual que sus protagonistas, se sitúa en una torre de marfil, distante y desconectado de las emociones del espectador común. El miedo a la muerte es universal, Pedro, esta vez no has sabido conectar con tu público.
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