Hace mucho tiempo que no continuaba con esta magnífica serie de poemas que son Las Flores del Mal. Vamos hoy con la cuarta parte del poema Viejecillas. Un texto con mirada penetrante hacia las personas mayores, al parecer invisibles para la mayoría de las personas.
LAS FLORES DEL MAL – CHARLES BAUDELAIRE
LES PETITES VIEILLES IV
Telles vous cheminez, stoïques et sans plaintes,
À travers le chaos des vivantes cités,
Mères au cœur saignant, courtisanes ou saintes,
Dont autrefois les noms par tous étaient cités.
Vous qui fûtes la grâce ou qui fûtes la gloire,
Nul ne vous reconnaît ! un ivrogne incivil
Vous insulte en passant d’un amour dérisoire ;
Sur vos talons gambade un enfant lâche et vil.
Honteuses d’exister, ombres ratatinées,
Peureuses, le dos bas, vous côtoyez les murs ;
Et nul ne vous salue, étranges destinées !
Débris d’humanité pour l’éternité mûrs !
Mais moi, moi qui de loin tendrement vous surveille,
L’œil inquiet, fixé sur vos pas incertains,
Tout comme si j’étais votre père, ô merveille !
Je goûte à votre insu des plaisirs clandestins :
Je vois s’épanouir vos passions novices ;
Sombres ou lumineux, je vis vos jours perdus ;
Mon cœur multiplié jouit de tous vos vices !
Mon âme resplendit de toutes vos vertus !
Ruines ! ma famille ! ô cerveaux congénères !
Je vous fais chaque soir un solennel adieu !
Où serez-vous demain, Èves octogénaires,
Sur qui pèse la griffe effroyable de Dieu ?
LAS VIEJECILLAS IV
Así es como camináis, estoicas y sin quejaos,
atravesando el caos de esas animadas ciudades,
madres de corazón sangrante, cortesanas o santas,
cuyos nombres solía citar todo el mundo antes.
Vosotras que fuisteis la gracia o al gloria,
¡nadie os reconoce! un borracho descortés
insultándoos de pasada con un amor burlón;
tras vuestros talones regatea un niño cobarde y cruel.
Avergonzadas de exisitir, sombras encogidas,
temerosas, la espalda baja, os rozáis con las paredes;
y nadie os saluda, ¡desconocidos destinos!
Restos maduros de humanidad ¡para toda la eternidad!
Pero yo, yo que desde lejos tiernamente os observo,
la mirada inquieta, fija en vuestros pasos inciertos,
como si fuera vuestro padre ¡maravillaos!
disfruto sin que lo sepáis de esos placeres clandestinos:
Veo florecer vuestras pasiones de novicia;
oscuros o luminosos, vuestros días perdidos;
mi corazón multiplicado ¡disfruta de todos vuestros vicios!
Mi alma reluce ¡con todas vuestras virtudes!
¡Ruinas! ¡Familia mía! ¡oh cerebros semejantes!
¡Os haré cada noche una solemne despedida!
¿Dónde estaréis mañana, Evas octogenarias?
¿Sobre quién recae la terrible garra de Dios?
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