Por fin obra en mi poder en vinilo Dust and Embers, el debut de Voidescent, de modo que ahora que he podido pasarle unas cuantas veces la aguja por el lomo y penetrar en las entrañas de la música a través de los microsurcos tengo esa sensación de haber podido escuchar de verdad lo que propone y que es imprescindible para poder sentarte a escribir sobre música. Llámalo fetichismo, no me importa, pero esa emoción de coger la carpeta, sacar el disco y hacerlo girar en el plato me conecta directamente con lo que voy a escuchar de un modo muy diferente de cualquier otra forma que exista para obtener el mismo fin. Cierto que ya había escuchado el disco antes un buen montón de veces, sabía que era un discazo, antes de que obrase en mi poder en formato físico, motivo por el cual me lo he agenciado, evidentemente, pero ahora pareciera que se abre otra dimensión cuando suena en casa. ¡Y vaya puta dimensión! ¡Es como si en cualquier momento fuese a abrirse un vórtice en el salón de mi casa y fuesen a colarse por él Shub-Niggurath, Yog-Sothoth, Nyarlathotep o cualquier otro engendro lovecraftiano o semejante! El disco es un ceremonial, una invocación de lo más oscuro, de los terrores atávicos que nos acompañan y nos acechan cuando la luz nos abandona. Mis gatos se acojonan y se van a otra habitación cada vez que lo pongo.
El tono general de la música es este, una invocación de magia negra que te hace temer que en cualquier momento se salgan con la suya y se abra la nueva caja de Pandora, la definitiva, que no asole con horrores que no somos capaces de imaginar, que no sólo desafiaran nuestra cordura, también superarán nuestras fuerzas para continuar con una existencia gozosa. El advenimiento del dolor, el sufrimiento, el rechinar de dientes. ¡Joder, que mal rollo da el puto disco! ¡Como mola! He escuchado como medio millón de bandas de black metal que intentan transmitir algo por el estilo y la mitad suenan ridículas. Voidescent lo consiguen con sobresaliente.
Desde el arranque de Black Crowed Triangle a golpe de tambores sobre un riff disonante que no tarda en desatar el pandemónium sobre un blast beat salvaje que luego torna a ritmos ceremoniales para volver a la locura sin descanso. Uno puede escuchar ciertas reminiscencias de los mejores Behemoth y de los viejos Bathory, imposible que algo suene a black metal sin recordar a ellos en algún momento, incluso lo más clásico de Emperor en algunos coros, pero aquí hay mucho más. Hay ese gusto por los riffs delirantes, oscuros, difuminados que me recuerdan a las propuestas de Decoherence, Proscription o incluso a los mismísimos Portal aunque con un discurso más controlado y comprensible, de hecho aparecen arpegios que dan otra pincelada que completa un cuadro en el que hacia el final del tema asoma una guitarra que aporta melodía al conjunto. Y todo esto mientras Kv. aulla lindezas como “The entrails of the corrupted Earth consumed” para acabar de meterte en el ritual.
Sin mucho descanso ni piedad a penas te cogen y te llevan por una espiral de caos descendente hacia el Averno, o algún sitio por el estilo, con Crosstunnel Descent donde todo lo que promete el primer tema se consolida en un leñazo sónico que monta un muro negro, viscoso e impenetrable entre tú, la música que atrona y la realidad que os circunda luchando denodadamente por ser atendida. Ya estás dentro del círculo de Voidescent y no hay nada que puedas hacer, te inmolarás junto a ellos en esta caída al abismo o quitarás horrorizado el disco temiendo contárselo a nadie para no ser acusado de poser y llorica. Pero no, a ti también te va tela la marcha, ya estás atrapado y enganchado a este delirio y necesitas continuar con The Necrotic Veil donde vuelve la onda más ceremonial, se aprecia un regusto más melódico, más clásico, tanto a nivel armónico como rítmico y estructural, que nos da ocho minutos de relativo reposo mientras continúan horadando tu cordura a nivel subliminal, nota a nota, sumergiéndote aun más en sus perniciosos designios.
Cara B para los fieles al vinilo y nos encontramos con una vieja conocida. Cauldrons of Sabbath ya formó parte de Pleroma of Uncreation de Andhord. Habría que hacer un inciso para informar a quien no lo sepa que Voidescent es la evolución de Andhord en todos los aspectos, aunque manteniendo la formación intacta. En algún punto entre 2017 y 2018 la banda supo que no podían seguir bajo el mismo nombre porque, aun siendo los mismos, se trataba de otro proyecto. La coherencia y la línea estilística está ahí para quien quiera seguir las miguitas de pan, para facilitarlo se versionan a sí mismos y recuperan este ensalmo del 2014 readaptándolo a las nuevas formas y estableciendo un puente que sirve de nexo y declaración de principios. Evolucionar, crecer, trascender, no implica renegar de uno mismo, de las bases que te permitieron construir lo que hoy eres.
Llega Venom Scythe Liturgy y como su propio nombre indica vamos a continuar con el tono ritual con unos arpegios desconcertantes que pronto se auparán hacia el delirio sobre un muro de distorsión y disonancias clavado al suelo por una batería que aplasta como un martillo neumático, sin parar, sin compasión. Ya hemos perdido toda esperanza, ¿lo recuerdas?, es lo que ponía encima de la puerta que no miraste al cruzar obnubilado, siguiendo a estos flautistas del lado oscuro. “Codemned, enchained and enslaved – void drawn by the Scythe!”. Estamos atrapados en lo más profundo del abismo, donde no hay fotón que ose entrar, ahora sabes que es tarde y deseas que vuelva la luz. Arcane Enlightenment – The Bone Offering, el último conjuro del ritual nos aplasta a base de blast beats impíos sin descanso y un estribillo machacón que nos recuerda lo que ya debiéramos saber, una vez que eliges esta vía no hay vuelta atrás, “all enlighted by darkness must be undonde into black again”. ¡Joder! ¡Menudo viaje!
Señalar que a nivel instrumental el disco es una delicia, esas guitarras que no paran de crear texturas y entrecruzarse buscando el delirio son una maravilla. El bajo protagoniza en la sombra algunos pasajes memorables y la batería, ¿qué te digo de la batería?, merece la pena escuchar el disco de arriba a abajo prestando únicamente atención al discurso de Th. que lleva el conjunto en volandas sobre sus tambores en todo el minutaje sin decaer un segundo. Las voces de Kv. son exactamente lo que un disco de estas características requiere. ¿Estamos ante un disco perfecto? Pues yo te diría que sí. Los temas son chulísimos y enganchan con unas letras muy cuidadas que encima tienen una coherencia discursiva potente. Instrumentalmente el trabajo es notable y la portada es una maravilla de esas que te quedas tonto mirando durante horas. Quizá, por ponerle un pero, la producción no esté a la altura del total y lo desmerezca un poco. Este mismo disco con un sonido más redondo y definido sería imbatible. No es que suene mal, pero podría, y debería, sonar mejor. Por todo lo demás yo te diría que si te gusta el black metal y no lo has escuchado estás perdiendo el tiempo miserablemente.
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