Creo que he estado toda la noche a este lado de la realidad, o casi. A veces, cuando se hace de día, el amanecer parece detenerse unos instantes, como si estuviera encajando todo el caudal de luz en los oscuros tubos de la noche o como si ajustara su enorme desembocadura.

Pero esta mañana me interesa el asunto de los hombres, o los hombres de este asunto que se llama vida o mundo: sin grandilocuencia ni pretensiones, solamente por ganarme el derecho a respirar.

Cuando alguien saca a los hombres de su corazón, o de sus entrañas, o de allí donde los lleve con cierta, con alguna predilección; quiero decir: cuando alguien tiene que soltar o echar a los hombres que lleva dentro para que no le desgarren las últimas confianzas, o porque ya los tiene a todos muertos y hieden y comprende que los ha de enterrar en el huerto si no quiere que se le conviertan en carboncillos a los lados de su propio corazón; o también: cuando alguien, tal vez sin darse cuenta, los mantiene o los conserva dentro, pero ya no como semejantes, sino desarticulados, como cosas o como objetos que se utilizan o se apartan; o cuando a alguien le son indiferentes, con menos derechos que su perro, pero más que las ranas de la charca; o, finalmente, cuando alguien odia a los hombres, aborrece su sola imagen o su presencia, y el trato con ellos le resulta insoportable.

Dicho todavía de otro modo: cuando alguien lleva a los hombres en su interior como un equipaje que no pesa ni deja de pesar, manejable pero incómodo; o cuando los hombres son, para alguien, un pesado equipaje propio, que necesita y aprecia, del que se hace cargo porque le pertenece, aunque, como a un viajante de comercio, le haya deformado las piernas y la espalda y los zapatos; o, todavía: cuando alguien quiere o ama a los hombres, y les sirve con cierta alegría, y considera un privilegio el trato y la convivencia con ellos, y cuando los ve pasar o los recuerda repite una y otra vez ‘amor mío, amor mío, amor’.

Podemos plantearlo de otras maneras, ya que queremos comprender, por ejemplo; los hombres que han pasado por la experiencia de una guerra, a los que sólo les ha quedado una desolación del tamaño del horizonte, y miedo al hambre y miedo al frío, y miedo a los otros hombres; o aquellos que han sufrido una pérdida detrás de otra, como en una extraña programación, hasta que han acabado perdiéndose ellos mismos, simplemente para averiguar si seguían el camino de sus pérdidas y, así, volvían a recuperarlas, a reencontrarse con las personas y las cosas que habían hecho su vida; y aún: los hombres que, de manera súbita o paulatina, conociendo los motivos o no, han llegado a la evidencia de que todo es una mentira, o de que todo carece por completo de sentido, y la evidencia se les ha hecho convicción, y los ha inundado, y no les queda, no les cabe nada más; y todavía: hombres que celebran el picnic de sí mismos en la distancia corta del baile, con la mirada brillante; o como recién llegados de otra civilización, satisfechos de sus trajes espaciales; o como trapecistas que necesitan un alma, un cuerpo, unas piernas de boxeador; y aún más: hombres o mujeres —metidos en una gran situación, en una coartada, en una cacería a caballo— que después callan para no sufrir, comerciando así con sus errores; plenitud a cambio de silencio, dice el eslogan; y más todavía: hombres provistos de sus propias armas, añadiendo, en lugar de quitar lo que sobra para ser hombre. Añadiendo estrategias, respuestas, decisiones de últimas consecuencias, deseos que les salen de su par de cojones fomentando la hostilidad entre los de su misma especie —contribuyendo así al caos de la vida—. Aguantando injusticias para provocar injusticias. Felices de ser malos, felices de ser buenos.

O a lo mejor es que ya no quedan hombres, refiriéndome al ser completo, si no medio hombres. Divergentes con el corazón dividido que se comportan bien exteriormente por conveniencia, por un interés social en pertenecer a la masa, que no es lo mismo que pertenecer a la sociedad.

La masa, es esa que actúa al unísono según le conviene. Según sus objetivos particularmente particulares. La masa no piensa, no deduce, porque deducen por ella. Sus miembros solo asisten al espectáculo del mundo como si se tratase de un juicio perpetuo en el que hay que dictar sentencia rápidamente. Si dudar, porque dudar es señal de que no se pertenece a esa masa que no duda. Que ejecuta sin miramientos a todo el que pone en peligro su consistencia.

El poeta decía que solo le interesaban los hombres que habían sufrido, que tenían cicatrices, suturas que mostrasen que habían perdido algo. ¿Qué sería de esa masa si la sociedad la viese y le diera la espalda como el mundo le da la espalda al sol, sin descanso?

 

por Narciso de Alfonso y Ángel Ferrer

by: Angel

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Melómano desde antes de nacer, me divierto traduciendo canciones y poesía. Me gusta escribir. Soy un eterno aprendiz y bebo de casi todos estilos musicales, pero con el buen rock alternativo me derrito.

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