Hasta la fecha el único drama carcelario visto desde la perspectiva del funcionario de prisiones era la excelente película de Frank Darabont “La milla verde”, basado en un relato de Stephen King y donde los encargados de custodiar a los presos, salvo una excepción, eran personas normales, con familia y donde intentaban además de evitar fugas, cuidar y comprender los problemas de esos reclusos sin libertad. Normalmente en el cine siempre se había reflejado a este trabajador como un “carcelero” sin escrúpulos, inteligencia y las más mínimas habilidades sociales que mantenía la seguridad de la prisión sin la más mínima empatía, con el uso injustificado de la violencia y con facilidad para ser corrompidos. Secundarios que se utilizaban como villanos con el protagonismo para un preso de buen corazón y grandes virtudes que era el que reeducaba y reinsertaba a otros compañeros luchando contra otro segmento de psicópatas que dominaban el patio con la aquiescencia de los funcionarios.
“Screw” es una miniserie británica que intenta ver la realidad con los ojos de esos trabajadores penitenciarios. Lo cual es un esfuerzo que se agradece al otorgar sentimientos y comportamientos humanos a esos agentes de la ley, con la compleja relación que se da entre dos segmentos de la población tan, en principio, alejados como es el delincuente y quien vela por él. Lástima que estos seis episodios se hayan rodado en estos tiempos de corrección política donde las desventuras y la acción tiene que estar teñido por la obligatoriedad de imponer la agenda ideológica “woke” y, por lo tanto, otorgar virtudes a unos personajes y los defectos a otros, más basado en el color de la piel o el sexo que en las posibilidades argumentales.
La acción se centra en una prisión británica de hombres donde trabaja una escala unificada formada de forma paritaria por varones y mujeres. Naturalmente, la encargada es mujer negra de gran experiencia y a la que se le otorga una enorme humanidad y trato a los internos, llegando a dormir en una celda, habilitada en secreto por ella. Le acompaña otra mujer de gran profesionalidad y una novata que resulta ser un descubrimiento laboral pero que introduce objetos peligrosos en la cárcel al ser chantajeada por el líder de una banda. Entre los personajes masculinos tenemos uno musulmán que sabe tratar a los presos y los dos varones blancos con menos recorrido moral, ya que uno es un veterano combatiente en las Malvinas sin habilidades sociales y el otro considera al penado como escoria, es racista, homófobo, tránsfobo y violento aunque su conducta es frenada por su jefa y la funcionaria en prácticas.
Por desgracia, esta dicotomías también se notan entre los penados, ya que los matones, enfermos mentales, desagradables y asesinos son blancos por unanimidad lo que limita en buena medida el ritmo narrativo y las posibilidades que ofrece un guion que aun así se ve con agrado y donde su creador Rob Williams y su realizador Jordan Hogg dotan de buen tino y una acción que consigue que los cuarenta y cinco minutos de cada capítulo pasen en un suspiro con unos intérpretes que en su mayoría resultan convincentes.
Lo que sí sorprende por comparación es las diferencias entre el sistema británico y el español, ya que vemos una prisión envejecida, con un patio central cubierto del que emergen varios pisos de galerías donde estos hombres quedan encerrados durante buena parte del día frente a las prisiones tipo hispanas, llenas de comodidades y con un régimen tratamental y horas de ocio y patio descubierto que ya quisieran para sí los internos de este sistema anglosajón. Es la diferencia entre la seguridad y el tratamiento como forma de entender el modelo de la cárcel. Cosa que también se muestra entre los propios profesionales pues recordemos que en España se consigue la plaza por oposición, con una pruebas más o menos duras mientras que en “Screw” se dice en un momento que antes se pedía la educación secundaria para entrar pero que tuvieron que quitarlo al no presentarse casi nadie por lo que bajaron el nivel académico. Lo mismo que sucedió con la creación de los “bobbys” ingleses donde como policía londinense llegó una generación de incultos y violentos en comparación con la más preparada, y posterior, Scotland Yard. En este caso suponemos que es mejor gente bien pagada, con preparación y trabajo fijo que una pléyade de gente con estudios primarios, poco sueldo, descontenta y que dejen el trabajo en cuanto puedan.
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