Producción televisiva de la Fox que fusiona la comedia con el thriller de forma admirable tratando de un grupo de seguidores de los podcast sobre crímenes reales que tendrán la ocasión de empezar el suyo al comenzar a investigar un asesinato sucedido en su bloque de apartamentos en Nueva York. Como imaginará el cinéfilo lector al leer el argumento y saber la localización el claro precedente es la genial «Misterioso asesinato en Manhattan» de Woody Allen. Y en los primeros episodios algo de la película hay pero con el paso de los capítulos «Solo asesinatos en el edificio» toma un rumbo propio dejando unas buenas sensaciones al finalizar esta primera temporada que visto el éxito, con nominaciones a los Globos de Oro inclusive, y a su abierto desenlace augura una próxima continuación.
La serie ha sido creada por John Hoffman y Steve Martin y ambos han escrito la mayoría de los diez episodios que conforman este arranque televisivo, mezclando con dosis acertadas toda la parte cómica con las pesquisas, sospechosos y falsos culpables que consiguen la atención del espectador, con una primera parte donde se nos presentan a los personajes para ir ahondando en sus diferentes secretos y personalidades por el caso de la muerte de Tim Kono. Los tres detectives aficionados son dos artistas jubilados (uno un fracasado director teatral y el otro una antigua estrella televisiva) y una joven que cuida el apartamento de su tía y que tiene vinculación directa con la víctima. Y, la verdad sea dicha, el imposible trío funciona y tiene química entre ellos, merced a unas convincentes interpretaciones de dos reputados intérpretes como el histriónico y genial Steve Martin (antológica su actuación en el último episodio) y el convincente Martin Short, al que se le suma la cierta sorpresa de Selena Gomez. Y escribo lo de cierta pues en «Día de lluvia en Nueva York» también funcionaba bien (de nuevo aparece Woody Allen).
Y si los principales son buenos, los secundarios son de altura con nombres de importancia como los de los cómicos Nathan Lane (aunque la última vez que le vimos fue en la fallida «Penny Dreadful» ambientada en Los Ángeles) o Tina Fey, al que se le une un Sting al que le reservan un capítulo divertidísimo.
Y si el reparto es convincente, lo mismo sucede con la ambientación pues el edificio Arconia tiene ese aura de bloque maldito, a caballo entre los apartamentos Dakota y un Hotel encantado con historia. Dos ascensores que ofrecen la posibilidad de que los personajes no se crucen, en un viaje por los diferentes pisos, allanando moradas o siendo vigilados por los vecinos o el asesino. Todo esto le dota de un tono clásico, difícil de ver en la televisión actual.
A las virtudes antes descritas de «Solo asesinatos en el edificio» se le suma un ritmo frenético, donde suceden cosas casi en cada secuencia, apenas mitigada por los alivios cómicos y una puesta en escena teatral en toda la parte del Arconia, con unos eficaces flashbacks y un par de salidas a las afueras de Long Island para presentarnos a la familia de la chica. Quizás esté algo más complicado de explicar, sólo se entiende por la actual deriva cultural estadounidense, es la poca trascendencia que tiene la policía con su pareja embarazada, pues se nos ofrece unas expectativas que quedan en nada pues la inspectora sí tiene relevancia en el caso pero su novia ninguna (y una mujer en avanzado estado de gestación ofrece una posibilidades extraordinarias que obvian).
A pesar de basarse en una idea magnífica como la de «Misterioso asesinato en Manhattan» y ese tipo de lagunas antes descritas, estamos ante un producto con el que es complicado aburrirse y que posee muchas más virtudes que defectos. Lo cuál celebramos.
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