Es un tipo con los pies limpios y las llaves puestas, infinitamente aburrido, probándose ante el espejo un collar de perlas mientras las manzanas se pudren sobre la mesa, dejando en toda la casa un olor dulcemente ácido.

Va a la biblioteca incluso cuando no llueve, desea parecerse a sí mismo y canta sin melancolía interminables canciones de amor. ‘Dime algo, Niklaus’, le pide su mujer, de proporciones majestuosas y también aburrida. Niklaus no escucha, no contesta, está viendo la cruda realidad debajo de las apariencias: el collar de perlas no le sienta bien. 

De ojos azules y mirada fría, Niklaus es enterrador; sabe de memoria todos los epitafios, todos los nombres, todas las fechas de todas las tumbas. Sin desanimarse, Niklaus se prueba el collar de oro que fue de su madre. ‘Tráeme unas nueces, anda, por favor’, le pide su esposa Dorothy, pero Niklaus no escucha, está viendo de nuevo la dura realidad debajo de las apariencias: el collar de oro le sienta todavía peor que el de perlas.

‘Cuando el cuerpo se convierte en una carga, lo mejor es enterrarlo’, piensa Niklaus. Amante de los velos y cargado de secretos, desea parecerse a sí mismo, pero también a Isabel I de Inglaterra, una soberana consciente de su poder.

Niklaus, amor mío, acércame el abanico, que tengo un calor que no es natural’, le pide Dorothy, pero el enterrador no oye, no escucha, sólo desea parecerse a sí mismo y a Isabel I de Inglaterra, de modo que ahora se está probando una camisa blanca con adornos de plata, mirándose a los ojos, tomándose en serio.

‘Ay, Niklaus, me comería tan a gusto un buen pedazo de queso’, le dice su mujer, que no se cansa de pedir en vano.

A menudo, después de acostarse y antes de dormir, Niklaus aún recuerda cosas de su pasado. ‘Niklaus, Nik, tocinillo de cielo, tráeme el abanico, anda, que tengo un calor que no es de este mundo’, pero Nik no escucha a su mujer, sólo desea parecerse a sí mismo y a Isabel I de Inglaterra.

Es tanto el silencio aquí.

Delante del espejo, probándose collares y camisas, poniéndose lazos y diademas, mirándose a los ojos, Niklaus se enfrenta, tal vez, a su lado frágil. ‘Nik, un montadito de pimiento y ciruela, por favor, que estoy famélica, anda, cariño’.

Pero él ya no la escucha.

 

Por Narciso de Alfonso

by: Angel

by: Angel

Melómano desde antes de nacer, me divierto traduciendo canciones y poesía. Me gusta escribir. Soy un eterno aprendiz y bebo de casi todos estilos musicales, pero con el buen rock alternativo me derrito.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

aquí

aquí

Hace muchos años que no corro hacia ninguna parte. A los veintipocos, caminando entristecido por un parque, tropecé con dos jubilados. No recuerdo qué me preguntó uno de ellos; contesté con tal sinceridad que al darse cuenta de que me tenía presente dijo: “¿pero tú...

interiorismo

interiorismo

Mucha gente no procesa por sí misma la realidad, bien porque asumen sin cuestionar, o les es más cómodo que alguien con la engañosa labor de cuidador social, la procese para ellos. Los ojos de la mirada interna son de uno mismo. Y es nuestra voz la que debería nombrar...

…la vereda de la puerta de atrás

…la vereda de la puerta de atrás

Como cualquier otro día, el despertador truena a las cinco de la mañana aunque ya llevo un rato dando vueltas inquieto sobre el colchón. Oigo llover a través de las persianas cerradas a la vez que tiento el suelo con los pies…-me levanto de la cama, me he levantado...

confusiones

confusiones

Hay gente buena, equivocada; mala, improcedente. Personas que lo pasan mal, engañadas. Felices, desinformados. Y los hay cómplices, que se saben confundidos. Cada uno imparte su justicia desacorde; ¿quiénes somos? Como veis, el malentendido dirige el mundo, nos roba...

azul

azul

El azul no es de nadie, es un reflejo del alma; como el color del mar lo es del cielo. Ningún color tiene dueño, por mucho que nos quieran convencer. Absurdo es enfrentarse por esto. ¿De qué color es el mundo si nadie lo mira? ¿Y la luna cuando brilla? Decimos blanca,...