Descubierta tarde pero descubierta al fin y al cabo. Volvemos al inabarcable mundo de las series en streaming con una ficción muy especial para quien suscribe. De sobra sabéis todos mi pasión por Bruce Lee y todo lo que rodea al Pequeño Dragón, de hecho tengo una sección en hibernación dedicada en exclusiva a su leyenda que hoy, por fin, descongelo con todas las de la ley. ¿Y qué tiene que ver mi idolatrado artista marcial con la serie Warrior lanzada por Cinemax y disfrutada aquí en HBO?, es muy sencillo, Bruce, a principios de los 70’s, tenía una historia potente para ser convertida en una serie de televisión versada en un inmigrante chino experto en artes marciales que llega a los Estados Unidos de finales del S. XIX, en concreto a San Francisco, teniéndoselas que ver con mafias chinas y el racismo imperante en una atmósfera post-western.
Los intentos de Lee de llevar a buen puerto su idea no fructifican (racismo mediante…) y el proyecto queda «aparcado». Entrecomillo lo de ‘aparcado’ porque muchos (entre los que me encuentro), consideramos que los estudios yankees rehicieron el proyecto a su antojo titulándolo Kung Fu y contratando al capullo de David Carradine para acabar de cagarla del todo. Por mucho tirón que tuviese la serie en aquellos años convirtiéndose en todo un fenómeno televisivo en el mundo Occidental, Kung Fu, a día de hoy está desfasadísima y apesta y las pelis de Bruce, a pesar de tener unos guiones de mierda y unas interpretaciones muy mejorables, siguen muy frescas y pateando culos…
La idea original, SÍ quedó aparcada durante décadas hasta que en 2015 y con el beneplácito/bendición de Shannon Lee, la hija de Bruce, la idea se retoma gracias a Jonathan Tropper, creador de mi adorada Banshee, y Justin Lin, director de la saga Fast & Furious y Star Treck: Más Allá. Fue en 2019 cuando por fin se hace justicia con el Dragón con una trama basada en los escritos del susodicho (como me pone ver en los títulos la frase ‘Based on the Writings of Bruce Lee‘ en pleno S.XXI), en la que un inmigrante chino, Ah Sahm (Andrew Koji), llega a San Francisco con la única misión de encontrar a su hermana desaparecida, Mai Ling (Dianne Doan) y vendida a una de las Tongs más importantes del Chinatown de San Francisco. La cosa se complica a medida que Ah Sahm se intenta integrar pues tendrá que darse de hostias unas cuantas veces para hacerse un hueco entre las Tongs de Chinatown, competir con su propia hermana por el poder de clanes rivales, tener un idilio con una mujer blanca de mucha alcurnia y lidiar con el extremo racismo de los rudos irlandeses.
He de reconocer que, a sabiendas del tufo a Banshee que tienen las dos temporadas (y no me quejo en absoluto de esto), tanto la trama principal como las secundarias que se nutren de ésta, se aguantan bastante bien, todas tienen su peso ‘periférico’ y ayudan a construir aceptablemente bien los personajes. La puesta en escena me parece genial, las localizaciones y fotografía retratan una San Francisco de otro tiempo que convence y la estética y caracterización de personajes no está pero que nada mal cuidando muy mucho el vestuario de dos pesos pesados de la trama como Mai Ling y Ah Toy por la parte china y de Penélope Blake (Johanna Vanderham) por la parte Occidental. Destacaría también esa banda sonora en créditos con temazos geniales en clave hip hop… ¡¡¡mandarín!!!, que me vuelan la cabeza.
Era de justicia destacar las coreografías de lucha bajo la batuta del prestigioso veterano James Lew. Aquí es donde quería llegar. Me quito el sombrero por la crudeza de las escenas, más estudiadas en determinados momentos cumbre, más ligeras y menos complicadas en momentos secundarios. Si en la primera temporada son una auténtica gozada con una esperada pelea de final entre Ah Sahm Vs. Li Yong (Joe Taslim) de fábula (le pega mil patadas a la del primer Kickboxer de Van Damme), en la segunda vas a flipar de lo lindo porque son incluso más virulentas a la par que vistosas. Me gusta mucho el periplo por los pueblos del Oeste en ese torneo ‘free style’. Aviso. En cuanto a los guiños a Bruce Lee en acción, bueno, los hay y muchos, han habido tantos y tantos momentos en el cine en los que se ha parodiado los ‘toques de nariz’, los jadeos y grititos, las ‘marcas de tigre’ y el momento ‘nunchaku’ del Dragón que aquí podrían chirriarte en el primer capítulo pero no, aquí no se intenta hacer revivir a Bruce, aquí el personaje y el actor que lo encarna nos recuerda de quien viene todo esto, sí, pero con una entidad diferencial (Ah Sahm no es Bruce, eso lo tenemos claro…) y estando muy lejos de la mofa y sí muy cerca del homenaje y el tributo. Destacaré la escena de nunchakus pues es uno de los guiños que me encantan haciéndome recordar aquella El Furor del Dragón con el tío Norris.
En conclusión, una serie de la que no me esperaba su seriedad y respeto hacia quien ya sabéis, que no cae en ningún momento en el mimetismo y el plagio a la sombra de Bruce y que, si te van las hostias a mansalva con el objetivo de la cámara bien cerca, ¡¡¡te va a poner a mil!!!…
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