De la mano de HBO Aitor Gabilondo (Vivir sin permiso, Allí abajo) realiza con Patria una fiel, casi meticulosa, adaptación del libro homónimo de Fernando Aramburu. Un libro magnífico que recomiendo encarecidamente a todo aquel que quiera comprender las hondas cicatrices provocadas por ETA y su lucha armada. Unas cicatrices que todavía son visibles aunque hay estudios que reflejan que buena parte de la juventud vasca no sabe lo que fue ETA. Tanto el libro de Aramburu como la serie no pretenden ser libros de historia y huyen de la visión equidistante del llamado conflicto vasco. No procede a estas alturas justificar la violencia, venga de donde venga. Cierto que hubo dos formas de entender la patria enfrentadas frontalmente y que en ambos lados se cometieron errores y abusos. Pero, como bien se pone en boca de uno de los personajes, un bando puede ir a visitar a sus familiares a la cárcel y el otro tiene que ir al cementerio. Los asesinatos de ETA no solamente dejaban un reguero de sangre, sino que, además y por si fuera poco, estigmatizaban a las familias de los asesinados a ojos de sus propios vecinos. Ver para creer. Como si de una cruenta guerra civil se tratara (o quizás sí lo fue), los familiares de los asesinados debían soportar el aislamiento y las humillaciones por parte de la izquierda abertzale. Una pintada era motivo suficiente para convertirte en un paria y perder las amistades por miedo a ser también señalado. El miedo es uno de los principales escenarios de Patria. El otro es el dolor.
Reconozco que el casting de la serie me parece muy acertado. De los 9 personajes que forman las 2 familias destacan las protagonistas femeninas. Tanto Elena Irureta (Bittori) como Ane Gabarain (Miren) representan magistralmente a estas dos mujeres dispuestas a defender a sus familias con uñas y dientes. Ellas no tienen, en principio, inclinaciones políticas y son amigas a pesar de tener distinto status social, pero… cuando hay que elegir, la familia es lo primero. Ambos personajes femeninos están perfectamente definidos tanto en el libro como en la serie. Ellas son un fiel reflejo de la dicotomía que ha dividido durante décadas a la sociedad vasca. También me resultaron interesantes el desarrollo de las hijas, tanto Arantxa (Loreto Mauleón) como Nerea (Susana Abaitua) y sus diferentes historias sirven para mostrar las diferentes maneras de mirar hacia el futuro. Son personajes femeninos fuertes mientras los masculinos son débiles y callados, meros peleles a merced de las circunstancias. Cada personaje viene a afrontar su tragedia de diferente manera.
Es de agradecer que se hayan reducido los pasajes menos interesantes del libro como la aventura alemana de Nerea y sus devaneos amorosos (aunque me hacía ilusión ver a mi ciudad plasmada en imágenes, creo que ese tramo del libro no aportaba demasiado). Cierto que se han modificado algunos detalles (como el incremento de peso de Arantxa) pero tanto la ambientación como la dirección de actores me parece sobresaliente. No estamos ante una serie de fácil visionado ya que ahonda en heridas quizás no suficientemente cicatrizadas pero que era necesario mostrar. Patria se toma su tiempo en plasmar este acertado crisol de la sociedad vasca. Desde la indiferencia al activismo pasando por el miedo. Todas las posturas están representadas en estos 9 personajes. Patria son 8 necesarios y dolorosos episodios que se toman su tiempo en plasmar este acertado crisol de la sociedad vasca.
Tanto el libro como la serie comparten una estructura narrativa desordenada, con continuos salto en el tiempo. Algo que me resultó más molesto en el libro que en la serie, ya se sabe que son medios de expresión distintos. Con un maquillaje o un peinado ya nos ubicamos en un momento concreto de la historia. El mayor logro de la serie Patria es ser fiel al libro. Ambos resultan verosímiles y dolorosos. Reconozco que con ambos me he emocionado hasta las lágrimas, algo que muy pocas adaptaciones consiguen. Tanto el lector como el espectador pueden sentir el dolor, la rabia y el miedo de los personajes. Ambos resultan experiencias traumáticas pero necesarias para recordar lo que ocurrió para evitar que se repita. No olvidemos que la fractura social no es algo exclusivo de Euskadi. Algún otro territorio se encamina peligrosamente hacia un insalvable abismo. No sé en qué quedará la cosa pero la brecha dentro de las familias quizás todavía tenga remedio.
Veamos todos Patria. Quizás nos ayude a no olvidar.
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