Pocas veces podemos decir que la guerra y el humor van de la mano, que la sangre y la risa se acoplan en la misma trama. Aquí tenemos un ejemplo perfecto para evocar la carcajada ante la barbarie.

 

LIBRO

Richard Hokker es un escritor norteamericano que alcanzó fama con la publicación de esta novela, 1ª de una serie de 15, (de los que solo 3 serán obra suya) sobre las experiencias de un grupo de médicos en la guerra de Corea a principio de los años 50 del siglo XX. Para ello, contó con la colaboración del periodista W. C. Heinz y, pese al trasfondo bélico y dramático de la acción, la novela destaca primordialmente por el sarcástico sentido del humor que desprende.

M.A.S.H., siglas en inglés de Hospital Quirúrgico Móvil del Ejército, concretamente el 4077º, conocido como el Doble Natural por la cantidad de jugadores de dados residentes, es el centro de operaciones en que se concentra la acción del texto, una base médica móvil estadounidense de la guerra de Corea.

Desde el mismo inicio en que “Hawkeye” y “Duke” se conocen cuando están siendo trasladados a su nuevo destino, Hooker destaca la ironía y el sarcasmo como el principal punto de encuentro entre dos de los protagonistas del libro. En cuanto llegan al Centro Médico tienen que demostrar que, con mucha diferencia, son los mejores médicos destinados allí y ello les hace lograr el favor del Coronel al mando del Hospital Militar.

Los ubican en la tienda nº 6, que pasará a llamarse “La Ciénaga”, junto al serio y tieso predicador de medicina general Comandante Jonathan Hobson, que se convierte en su primer objetivo en su nueva sede.

Su gran destreza, entrega y valía cuando se enfundan las mascarillas es equiparable a su tremenda habilidad para salirse con la suya y ver el lado divertido y cómico de las cosas. Las inacabables jornadas de operaciones ante la llegada masiva de heridos del frente se compensa con otras tantas correrías en la Ciénaga, regadas con alcohol y tretas enrevesadas para hacer su estancia en Corea más cómoda y amable.

Consiguen que el Coronel se deshaga del piadoso Comandante Hobson y que, en su lugar, llegue un nuevo cirujano especialista en tórax que, casualmente, es tan bueno en el quirófano como juerguista fuera de él. El trío formado por el Capitán Benjamin Franklin “Hawkeye” Pierce, el Capitán Augustus Bedford “Duke” Forrest y el Capitán John “El Trampero” McIntyre pasan a ser los conductores de una obra repleta de sátira y mordaz burla a la muerte.

Radar O´Reilly, el padre John Patrick “Dago el rojo” Mulcahy, Walter Koskiusko Waldowski (oficial dentista y del póker polaco indoloro), el hastiado Coronel Henry Braymore Blake o John “El feo” Burns (anestesista) pasan a componer un grupo divertidísimo enmarcado en una contienda bélica de dramatismo extremo.

La llegada de la Comandante Margaret “Labios Abrasadores” Houlihan como nueva jefa de enfermeras pasa a dar un punto más de acción abrasiva a las acciones en busca de distracción de los protagonistas, ya que Houlihan se enfrenta a ellos desde el principio, creando una comicidad de máximo nivel, donde destaca el capítulo en que las chicas pasean por la unidad para ir a las duchas provocando la rubicunda reacción de Margaret.

Richard Hooker también introduce momentos en que no todo es cachondeo, dando algo de sentido al sinsentido de la guerra. En la Ciénaga tienen un joven coreano que les ayuda a mantener la tienda en orden, pero llega un momento en que Ho-Jon debe ser operado de urgencia y resurge la bondad de Pierce que, tras salvarle la vida, lo envía a estudiar a Estados Unidos con una beca.

Otro de los capítulos más divertidos, donde vuelva a florecer la humanidad en los pasotas médicos es cuando deben ir a Seul para operar al hijo de un congresista. Allí pasan por un montón de situaciones divertidas con la intención de jugar un torneo de golf, pero también, tras operar al soldado, consiguen que el bebé de una prostituta coreana sea adoptado por un mando estadounidense.

Al volver a la base, forman un equipo de futbol americano al contar con Henry “Rayo Negro” entre ellos, convirtiendo un partido de futbol en otra de las delirantes situaciones divertidas del frente.

Llegan nuevos médicos, sin experiencia, a los que tienen que formar en el campo que la urgencia del frente requiere, Pinkham y Russell, adoptándolos como parte del grupo, hasta el día en que les toca volver a casa y licenciarse, dejando a “El Trampero” solo. Las últimas palabras nos cuentan el regreso a Estados Unidos, bebiendo las últimas botellas de whisky que guardan, hablando con melancolía de lo que harán.

Un libro que abrió una saga de novelas irónicas y que, por sí misma, sirvió de base a una adaptación cinematográfica y a una serie televisiva que se mantuvo durante 11 años en la parrilla.

 

PELÍCULA

Robert Altman era un pendenciero borrachín de Kansas que, con más de 40 años, sobrevivía en Los Ángeles rodando seriales para la televisión como “Bonanza” o “Alfred Hitchcock presenta”, pues sus intentos de pasarse a la gran pantalla y su mal carácter no le acababan de abrir las puertas de Hollywood. Hasta que aparece la posibilidad de dirigir la adaptación de la novela de Richard Hooker.

Ingo Preminger la produce para la 20th Century Fox y se apoya en 3 pilares básicos. La música de Johnny Mandel, que irradia un tono humorístico a toda la película; la fotografía de Harold E. Stine, dotada de un singular tono aceituno, muy acorde al uniforme militar de campaña del ejército estadounidense; y el reparto, compuesto por actores en pleno auge como Donald Sutherland, Elliott Gould, Tom Skerritt o Robert Duvall, a punto de consolidar definitivamente sus carreras, y otros secundarios que dan empaque al conjunto de la plantilla actoral como Roger Bowen, Sally Kellerman o Gary Burghoff en su carismático papel de Radar O’Reilly, completados con los primeros pasos del ex jugador profesional de fútbol americano Fred Williamson que iniciaba su carrera como actor.

Los helicópteros llevan a los heridos de urgencia a una base médica avanzada en el conflicto bélico de Corea mientras la canción de Johnny Mendel suena silenciando el drama que vemos. Al aterrizar, el primer diálogo entre el Coronel Blake y Radar O’Reilly anticipándose a sus órdenes ya marca el tono satírico de la filmación.

Un malentendido, un fuga y una pelea son la presentación de Duke (Tom Skerritt) y Hawkeye (Donald Sutherland) para llegar al M.A.S.H. 4077, donde aparecen el padre Mulcahy (Rene Auberjonois), el anestesista (Carl Gottlieb), el dentista (John Schuck) y demás panda de tarados que inundan la pantalla de sarcasmo.

Al llegar a su tienda (“Swamp”, ciénaga) encuentran al Mayor Frank Barnes (Robert Duvall) enseñando a leer a Ho-Jon (Kim Atwood), un auxiliar coreano, con la biblia. Ese simple hecho deja a las claras el carácter religioso y conservador de Barnes, confrontado a los libertinos y divertidos de Duke y Hawkeye que, rápidamente, pasan a tomarse unos martinis mientras el Mayor reza por todos.

La confrontación se soluciona con el traslado de Barnes y la llegada de un nuevo cirujano especialista en tórax, el Capitán McIntyre (Elliott Gould), tan disoluto en su tiempo libre como ellos, a la vez que tan profesional como ellos cuando se meten en el quirófano. El recibimiento no podía ser otro, tomando unas copas.

Las mascarillas, las pinzas, la sangre, el quirófano y las sierras compiten con los chascarrillos continuos entre médicos y enfermeras, con el padre Mulcahy combinando sus ayudas en quirófano con los auxilios espirituales, y el continuo altavoz de la base anunciando la película que pondrán esa noche o cualquier otra cosa.

Llega una nueva jefa de enfermeras, la Teniente Margaret Houllihan (Sally Kellerman) que, rápidamente, toma el bando del estricto Mayor Barnes contra los solícitos Capitanes eficientes a la par que algo desordenados. De ahí surge uno de los momentos más cómicos, cuando Houllihan y Barnes terminan liados en la cama, sobre un micrófono que Radar coloca silenciosamente, mientras toda la base se mofa de ellos despiadadamente.

Altman juega mucho con el zoom, los planos medios fijos y la comicidad gestual contenida del plantel actoral para apuntalar la acción, resaltando el tono sumamente irónico del texto.

Otro capítulo especialmente jocoso es el de la “posible” homosexualidad” de Sin Dolor, el dentista de la base, y su posible suicidio. Deciden recomendarle una cápsula para llevarlo a cabo, tras una marcha fúnebre, una última cena, meterlo en un ataúd la correspondiente despedida de todos ellos, hasta que una de las enfermeras, que está a punto de volver a casa, lo “revive”.

Cualquier situación sirve para transformarla en un chiste. El traslado del Trampero y Hawkeye a Japón para operar de urgencia al hijo de un Senador, lo aprovechan para jugar al golf, tomar unas copas y acudir a una casa de geishas, donde terminan salvando la vida de un bebé.

 

 

La transformación de “Labios Ardientes” de indignada defensora del orden a fan descerebrada del equipo de futbol americano que montan para ganar un puñado de dólares, engañando al equipo rival deshaciéndose de su mejor jugador (un ex profesional) y metiendo al suyo (otro ex profesional) en la 2ª parte una vez que ya han subido el valor de las apuestas, deja claro el sinsentido de la contienda bélica.

Finalmente llega la orden para que Duke y Hawkeye vuelvan a casa, y Robert Altman nos enseña la única muestra de emoción de toda la película. Los capitanes están emocionados y tristes a la vez y, mientras se llevan el jeep que habían robado para llegar, el altavoz de la base nos resume lo que hemos visto. ¡Condenado ejército!

M.A.S.H. fue un gran éxito y obtuvo muchos premios, entre ellos el Oscar a Mejor guión adaptado, y sirvió para afianzar la carrera de Robert Altman que, gracias ello, pudo seguir dirigiendo y regalarnos obras tan maravillosas como “Nashville”. “El juego de Hollywood” o “Vidas cruzadas”, entre otras, así como terminar de lanzar las carreras de Donald Sutherland, Tom Skerrit y Elliot Gould.

Una sátira ambientada en Corea que quería criticar la guerra de Vietnam. Antibelicismo a base de sarcasmo, ironía y mucho sentido del humor.

 

by: Eduardo Garrido

by: Eduardo Garrido

Roquero, cinéfilo, lector empedernido que estudió Derecho para trabajar en una biblioteca y disponer de pelis, discos y libros a mano

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