Se está empezando a hablar en Estados Unidos sobre el término “límite” en sentido político. ¿Quién pone los límites a la política? Parece ser que no en todos los países del mundo existen estos límites. Es un pastel muy apetitoso el asunto político en numerosos lugares del globo como para que los afectados, o mejor dicho agraciados, se paren a pensar en sus propios límites.
Es bien conocido el caso de Finlandia, Dinamarca o Nueva Zelanda. Unos países donde la transparencia se hace patente, a la hora de abordar los asuntos de todos.
Un claro ejemplo es el modelo sueco. Donde los parlamentarios no disfrutan de ventajas o beneficios adicionales como en otros países. Los políticos son ciudadanos, como cualquier persona. Los cuales consideran un privilegio por sí mismo, el conducir su país hacia el progreso.
Con todo esto pretendo que nos paremos a pensar como ciudadanos, no como militantes de un partido u otro. Que nos centremos más en cuál es nuestro cometido. Que no es solo hacer que este o aquel, gane las elecciones. Sino velar porque la transparencia en ese cometido sea real, no ficticia. Y para ello tenemos que utilizar más los ojos que los oídos; para ver el comportamiento real de nuestros políticos y no sólo escuchar unas palabras que solo contribuyen a reconstruir una imagen que entre ellos tiran por tierra en sus discusiones sobre nada.
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