Fría noche de Noviembre. Da pereza salir de casa. Pero la ocasión bien vale la pena. Cada visita de Hannah Williams es una cita obligada que no se puede obviar. Esta vez Hannah Williams & The Affirmations venían a presentar 50 Foot Woman, su excelente último trabajo recién publicado. Se presentaron en la López con algo de retraso (que siempre duele más entre semana) pero la espera valió la pena. Los 9 músicos en escena se comieron literalmente el escenario. El show tuvo 2 partes igualmente memorables corroboradas por el cambio de vestuario de la genial Hannah Williams.
Empezaron explotando su lado más soul con Sinner. Hannah Williams, descalza y con vestido naranja, nos emocionó de primeras cantando eso de “How can you call me sinner with blood on your hands?”. No sería la primera vez que nos pondría la piel de gallina. Estamos ante una gran artista que derrocha poderío vocal y carisma. Hannah se emociona sobre el escenario y, lo que es más difícil, consigue emocionar al público a través de esa garganta suya. The Affirmations no se quedan atrás, al ver un combo así de efectivo y formado por músicos tan jóvenes, uno casi empieza a creer que hay futuro para la música. Siguieron con su vertiente más clásica y sosegada con temas pertenecientes a 50 Foot Woman como I can’t let this slip away, The only way out is through, Worrying mind o Please be good to me. También hubo hueco para su anterior LP Late nights & Heartbreak (2016) del que sonaron Late nights & Heartbreak, la tórrida canción que Jay Z sampleó (o masacró, cuestión de gustos) en su tema 4.40 y su versión del Dazed and Confused de Led Zeppelin.
Tras el cambio de vestido de Hannah (del naranja al negro), tocaba desmelenarse. El show ganó en ferocidad con ramalazos funk y los músicos explayándose a gusto en excelsos solos que hicieron levitar al personal. Volvió la calma momentáneamente con What can we do? Reconozco que se me pusieron los pelos como escarpias con la intro a capela entre Hannah y sus dos sensacionales coristas. Para pincharte y no salir gota. Tras 50 Foot Woman y una hora de concierto, hicieron amago de retirarse pero el clamor del público les hizo volver (ya sabes, la inevitable liturgia del rock). Eso sí, está visto que las botellas de Ámbar no están hechas para la percusión, el trombonista rompió una y los cristales acabaron por el escenario. Daba igual, la fiesta continuó hasta que Hourglass puso el broche dorado a un show emotivo y divertido a partes igual.
¿He dicho que la noche era fría? Nada de eso, en la López la cosa estuvo que ardía.
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