Fue una de las sorpresas de la pasada temporada llegando a estar nominada al Globo de Oro al mejor drama (que perdió ante «The americans»), pero demostrando que se puede crear tensión y buen hacer con episodios de menos de treinta minutos. Una labor nada sencilla con la que ha arriesgado Amazon con esta serie, pero que visto el resultado merece la pena el esfuerzo. Su responsable principal es Sam Esmail, el creador de esa obra de culto que es «Mr. Robot» y que en «Homecoming» ofrece un despliegue de puesta en escena con ideas magistrales, de las que a modo de ejemplo citamos el color y el grano con el que se ha rodado la historia, recordando el cine de los años setenta y esa generación salida de la pequeña pantalla como John Frankenheimer o Sidney Lumet que en algunas obras de aquella década elevaban la psicosis contra el enemigo soviético con estupendas películas de conspiraciones y espionaje, donde «El mensajero del miedo» se convierte en uno de los estandartes de la época. El argumento juega esa baza sustituyendo la «hoz y el martillo» por oscuros intereses en grandes corporaciones de corte farmacéutico, como sucedía en la maravillosa novela de John Le Carré y posterior cinta de Fernando Meirelles «El jardinero fiel» o en «La escalera de Jacob», interesante historia donde era mejor lo que se contaba que cómo se contaba por el estilo «videoclipero» utilizado por Adrian Lyne. Allí se narraba la pruebas con drogas en soldados de la Guerra de Vietnam para que luchasen mejor aunque con efectos secundarios adversos. En «Homecoming» son veteranos de otras batallas más recientes las que son tratadas por una corporación llamada Geist con una terapia que les librará de los recuerdos del combate. Una trabajadora social empezará a sospechar viendo la extraña evolución de los jóvenes.
Uno de los principales atractivos es contar cada episodio desde dos líneas temporales; por un lado cuando se aplica el tratamiento y por otro en la actualidad donde la protagonista trabaja de camarera en un restaurante, vive con su madre y no recuerda nada de lo que sucedió en Geist. Y en este punto, Esmail se convierte en un revolucionario pues aplica a su puesta en escena un punto no antes visto, pues el cambio de época no se diferencia mediante cambio de color a blanco y negro o maquillaje que avejente a los personajes sino usando dos formatos distintos, uno el habitual de pantalla completa y el otro como si de vídeos de móvil se tratase con dos bandas verticales negras dejando la acción en un espacio más reducido. Polémica decisión que no siempre funciona pero que es de agradecer por el riesgo tomado. Al final, las dos historias convergerán en una sola.
Y si plausible es su parte técnica, a lo que hay que sumar una extraña banda sonora que incluso se permite el lujo de versionar a otros creadores a los que homenajea, como a Kubrick donde un poco de su tono hay en la serie, con la Sarabanda de Haëndel en «Barry Lyndon», mejor es su reparto donde emerge y destaca la figura de una Julia Roberts magnífica y que defiende con solvencia un rol para nada sencillo aunque el personaje más atrayente sea el de Bobby Cannevale, un intrigante que hace todo por destacar en el engranaje de la empresa, un villano simpático en el que vemos representado a buena parte de la sociedad y un paso por delante de la burocracia estatal representada por el honesto personaje del detective. Un reparto conjuntado y bien elegido con nombres como Dermot Mulronay o Sissy Spacek que convierten a «Homecoming» en una serie a tener en cuenta y buena recomendación.
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