Si. El título de este Desde la barra del bar no está equivocado. Y no, no he abusado del preciado brebaje más de la cuenta. Hoy mi homenaje rompe su camisa en carnavales. Llevo mi tierra dentro y ella se incrusta a mi alma hoy dolorida. La copla carnavalera está de luto. Pasodobles y cuplés lloran sus penas más allá de las Puertas de Tierra. Juan Carlos Aragón, poeta de verbo afilado ha emprendido su viaje a donde quiera que nos espere la eternidad. Clamará alguna voz discordante: ¿Y que pinta en una revista donde el rock es la vía principal?. Puede ser doloroso capricho de este junta letras. O quizás que el rock and roll a veces va más allá de una canción y se reconoce en una manera de ser, de vivir. O al menos eso deseamos. Su prosa irreverente es de barrio, calle empedrada y callejón de farolas rotas como el Lou Reed más neoyorquino. Su pluma lleva impresa la pregunta implícita como la de su adorado Bob Dylan. Su rebeldía, como la del último punk que saltó en Putney Bridge. Su rima canalla está emparentada con la chulería propia de unos Burning. Porque su infierno personal visitó los caminos transitados por tantos que se redimieron por la puerta equivocada. Porque su marcha ha sido tan íntima como la de nuestro Petty que estás en los cielos.
Un pueblo que te llora y alza sus plegarias a lomos de un ángel caído, con la letanía del condenado. A ti que no te sentiste cómodo con los uniformes pero llevaste presto tus galones de Capitán Veneno. Y es que el camino sin retorno de subida a los altares no lo dan los premios ni los titulares en los periódicos que necesitan meter el dedo en la llaga. La redención infinita se alimenta con las lágrimas de un pueblo que despide a los suyos a pie de calle con el corazón en carne viva. Cantando sus coplas inmortales, ¡que la carne la disuelve el tiempo pero el espíritu pervive para siempre!. Levanto mi copa y rezo al Dios Momo para que te siente a su izquierda, a ti y a tu guitarra. Y que tengas vistas a tu playa, a nuestra playa, de La Caleta. Tócala otra vez Sam, pero hoy procura que nuestro rock and roll tenga hechuras de copla canalla. ¡Creo en la vida eterna de los Carnavales!.
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