En estos tiempos de «revival» ochentero tan de moda en los Estados Unidos le toca el turno ahora al cine de terror, con esta versión del «Pet sematary» (en España rebautizada como «Cementerio viviente»), cinta muy de la época y que a pesar de su bajo presupuesto consiguió una interesante taquilla. Todo debido a que el guion estaba firmado por Stephen King quien adaptaba su propia novela. No era gran cosa pero se dejaba ver y con el tiempo se convirtió en objeto de culto (de hecho tengo un amigo que bautizó a su gato como Churchill en homenaje al oscuro felino del largometraje) por el guion del «maestro del horror» y la canción final de Los Ramones, la cual fue nominada al Razzie de ese año que ganó «Bring the daughter to the slaughter» de Iron Maiden por «Pesadilla en Elm Street V» (¡menudo gusto musical el del jurado!).
Este «remake» respeta el argumento y el original. Una familia con dos hijos llegan a una casa en el campo para superar una desgracia familiar. Cerca de la propiedad hay un antiguo cementerio para mascotas y más alejado uno indio donde los muertos reviven. Por una desgracia su gato muere y para calmar a la hija, el padre junto al vecino que informa de la existencia de tan siniestro camposanto entierran al «minino». Este, por supuesto, vuelve pero transformado en un ser espectral. A partir de ahí, comienza una espiral de tragedias y errores que conducen a un espeluznante final. El encargado de la nueva historia es todo un especialista como Jeff Buhler, que este año también es el responsable de otro título importante en el terror como «The prodigy» de Nicholas Mc Carthy, dotando al argumento de un tono más oscuro y pesimista, obviando los chistes y la ligereza del de 1989, que sólo desembocaba en el susto en el tramo final. Aquí no hay territorio para la chanza y la broma, es todo más serio, como ejemplo las dudas sobre la existencia de algún dios, esa dicotomía entre fe y razón, entre ciencia y religión. Aquí no se habla de ese tema sólo para hacer avanzar la trama sino ofrecernos un perfil de alguien que cambia porque necesita creer, como el enfermo en la canción «Magician» de Lou Reed quien necesita un milagro que le evite la muerte. Ya Karl Marx hablaba de la muerte como «el tributo material a la vida» y el doctor protagonista intenta quitar el sentido trágico explicando el fallecimiento como algo natural. El problema en estos casos es cuando se elimina el mundo teórico y se pasa al personal. Ahí comienzan las dudas. Es interesante ese intento por dotar a su «libreto» de algo más que sustos fáciles, lo que sucede es que va «a tirones» e incluso se pierden algunas ideas interesantes como no explicar quien es la aterradora «Santa Compaña» infantil que aparece al inicio.
La dirección recae en otros especialistas del terror moderno como Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, curtidos en el bajo presupuesto y que con este «Cementerio de animales» firman su encargo más ambicioso hasta la fecha consiguiendo un producto digno, sin grandes estridencias y que funciona medianamente bien en su puesta en escena, sobre todo el brumoso cementerio indio que parece sacado de un cuento gótico. Además cuentan con un solvente reparto, con nombres importantes como los de Jason Clarke o John Lithgow y una banda sonora de Christopher Young adecuada que nos conducen por senderos conocidos en el cine de género aunque no ofrezcan nada nuevo, salvo iniciar su largometraje con unos planos aéreos que recuerdan a los del comienzo de «El resplandor» de Kubrick (otra historia de Stephen King). Y como curiosidad también en los créditos finales suena la canción «Pet sematary» de Los Ramones aunque ahora interpretada por Starcrawler, joven banda punk con cantante femenina. Los tiempos cambian. En este caso no mucho…pero cambian.
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