Hace unos 25 años que el director de cine Roman Polanski publicó sus memorias. La mayoría opinó que eran premeditadas dada su prematura edad, pero la cantidad de cosas vividas daban para mucho. Hace 3 o 4 años las ha repasado y ha añadido unas cuantas cosas para completarlas, y la editorial Malpaso las trae traducidas a nuestra lengua con una cuidada edición en tapa dura.
Roman Polanski nació en París el mismo año en que Hitler se hacía con el poder en Alemania. A los 3 años se trasladaron a vivir a Cracovia, una ciudad al sur de Polonia, y su Romain francés se transformó en Roman.
Su primer recuerdo fue un musical con Jeanette MacDonald, pero su madre era muy aficionada al cine y se lo llevaba muchas veces debido a los continuos castigos escolares. A los 6 años se trasladaron a Varsovia debido a la creciente tensión reinante en la zona ante los nazis. La vida fue empobreciéndose, aunque sus recuerdos son contados con cierta inocencia, incluso cuando unos desconocidos aparecen en su recibidor para instalarse. Las constantes alarmas aéreas les hacen pasar más tiempo en el sótano que en la casa, hasta que un día, su padre, que no había huido con ellos, aparece sin afeitar y demacrado.
Terminan volviendo a Cracovia para mudarse forzosamente al gueto impuesto por los alemanes ya que sus orígenes son judíos. Y es aquí donde la visión del Polanski niño, siempre jugando con Pawel o su hermana Annette, cambia por completo. Los Wilk le prestan ayuda desde fuera, y es el 13 de marzo de 1943 cuando huye definitivamente del gueto y se queda completamente solo. Desde entonces, el cine y su amigo Mietek, son la única válvula de escape de una realidad teñida de lloros y podredumbre, bajo el nombre de Roman Wilk en casa de los Putek.
Los rusos entraron en Polonia y volvió a vivir con su tío Stefan y su esposa y, con 11 años, lo recuerda como un bicho raro que no encajaba en ningún lado. Allí se enteró de la rendición alemana y… consiguió su querido episcopio. La cosa no funcionaba y terminó marchándose a vivir con sus tíos Teófila y David. Estando allí llegó un superviviente de Mauthausen con una nota de su padre. Un día apareció en la cocina de su tío. Su hermana no volvió porque se fue a vivir a Francia, pero su madre fue gaseada al poco de llevársela los nazis. Ahí comenzó otra vida para el joven Roman, sin tantos apuros económicos, pero su padre se volvió a casar con Wanda que no le soportaba, apuntándole a clase y a los Boy Scouts, donde descubrió su verdadera vocación.
El programa radiofónico infantil “La Alegre Pandilla” fue su primer acercamiento al mundo artístico, aunque su posterior paso por el teatro Groteska de marionetas o su ingreso en el 2º curso de la Escuela Superior de Bellas Artes le encaminaron hacia el mundo del cine, llegando su primera aparición como actor en la película “Tres historias”.
Esos años le hicieron crecer rápidamente, ya fuera con la paliza y lección aprendida con el timo sufrido por Dziuda a raíz de su intento de conseguir una bicicleta, o su paso por los “faisanes” del barrio (grupo rebelde contra el régimen stalinista). Sus continuos problemas escolares, sus primeros escarceos sexuales y sus constantes intentos por acceder a estudios para librarse del servicio militar marcaron esos años al joven Polanski, pero sería el hecho de conocer a Andrew Vajda durante uno de sus intentos de participar en una película lo que le marcó para terminar actuando en una de sus obras y terminar accediendo a la Escuela Cinematográfica de Lodz para el curso de dirección.
En la Escuela podía ver muchas películas que el público normal no podía, y se quedó prendado de cintas como “Ciudadano Kane” de Orson Welles, “Rashomon” de Akira Kurosawa o “Los olvidados” de Luis Buñuel.
Su primer corto, “La bicicleta”, se perdió casi entero en Rusia, y su segundo intento llegó con “La sonrisa”. Polonia se abrió un poco al mundo y gracias a tener una hermana viviendo en París terminó por conseguir un pasaporte para ir a verla. Su estancia en Francia (París y Cannes) lo dejó boquiabierto. Se pateó todos los barrios parisinos, iba a los museos y espectáculos que podía, incluso vivió una aventura con una estudiante alemana, pero le reclamaron que volviera a su país. La suerte le cruzó con Andrew Vajda en el Festival de Cannes, afirmando su relación con él.
Al volver a Polonia rodó otro corto llamado “2 hombres y 1 armario” que ganó el 3er premio de un festival belga. La productora Kamera terminó por contratarle en exclusividad, dándole unos ingresos más o menos fijos. Su vida es un continuo viaje, incluso en el tema amoroso, pasando varias mujeres por su lado, como Gesa, Kika o Barbara, con la terminó casándose en noviembre de 1959.
Viajaron juntos a París para hacer una película con J. L. Trintignant, consiguiendo el pasaporte consular que le permitió vivir y trabajar en el extranjero y visitar Polonia cuando quisiera. Volvió al Festival de Cannes de 1960, porque Barbara trabajaba en “Una suerte perra”, que terminó siendo un fracaso quedando en la miseria cuando Renée Clement la contrató para su siguiente película “Quelle jour de vivre”, llegando el dinero.
Volvieron a Polonia a pasar la navidad y, 2 años después, vio a su padre y a Wanda, rodando su último cortometraje “Mamíferos”. Pero su objetivo era el largometraje y logró rodar su debut “El cuchillo en el agua”, con unas duras lecciones de aprendizaje. Las condiciones no eran las mejores al rodar en el agua mucho tiempo. Además, durante el rodaje, murió su amigo Andrzej Munk y Barbara rompió con él y, al volver de Mazury, al finalizar el rodaje tuvo un accidente de coche con Lipman y Goldberg, rompiéndose la base del cráneo.
“El cuchillo en el agua” terminó por estrenarse pero la crítica la machacó, volviendo a Francia sin nada, aunque la seleccionaron para el Festival de Cannes’62 donde ganó el Premio de la Crítica. Su corto “Mamíferos” también ganó el Festival de Tours. Viajaba mucho y alternaba etapas de gastos pagados con la inanición. Su ajetreada vida le llevó a Estados Unidos por 1ª vez, decidiendo aprender inglés, y su primer largometraje fue nominado al Oscar a Mejor Película Extranjera, que terminó ganado Fellini con “8 y ½.”
Tras muchos vaivenes buscando financiación para “Si viene Katelback”, acabó escribiendo el guión de “Repulsión” en 17 días junto a Gérard Brach. Los conflictos durante el rodaje fueron continuos, pero fue un éxito de crítica y público ganando el Oso de oro de Berlín.
Roman Polanski demuestra en su escritura un talento natural para narrar con la misma fuerza su inquebrantable nervio vital y la dureza de sus experiencias vividas. Es muy fácil de seguir su vida, con una pátina de sentido del humor pese a las calamidades que te está contando, tanto a nivel vital como personal.
“Si viene Katelback” se convirtió en “Callejón sin salida”. La ventaja de trabajar para Compton Group era la velocidad. Mientras promocionabas une película ya trabajabas en la siguiente. Durante la preparación de “El baile de los vampiros” conoció a Sharon Tate, a la que acabó contratando para un papel, y el rodaje en Ortisei fue de maravilla. La sátira vampírica fue bien, pero “La semilla del diablo” fue un éxito arrollador que le permitió tomarse las cosas con más calma. Hollywood solo le ofrecía más de lo mismo, pero eso no le interesaba. Trabó amistad con Peter Sellers, aunque era un tipo con muchos problemas, alterando estados de euforia y depresión, y su amigo Krzystof Komeda murió por las complicaciones de un coágulo en la cabeza debido a una caída. También intimó con Bruce Lee y, finalmente, decidió la boda con Sharon para el 20/01/1968 en Londres.
Al poco, mientras escribía “Un día en la playa” para el debut de Simon Hessera, Sharon quedó embarazada. Rodó otra película en Roma y se fue a Río a un festival, para juntarse de nuevo en Londres y ella volver a casa en California mientras él acababa un guión en Londres, pero recibió una llamada fatal de Bill Tennant. Los sedantes hicieron su trabajo hasta el funeral de Sharon, donde fue todo Hollywood menos Steve McQueen, gran amigo de Sharon Tate. La prensa empezó a meterse por medio, especulando y buscando historias que, fueran ciertas o no, alimentaran la historia del momento. Roman se obsesionó con saber quién fue e investigó por su cuenta, amigos incluidos. Esa obsesión desapareció cuando se descubrió a los culpables, la familia Manson.
Se enfrascó en el rodaje de “Macbeth”, producida por Playboy, a la vez que comenzaba el juicio. Polanski quería estrenar en Londres, pero la productora lo quiso hace en NYC y la crítica la destrozó. Su posterior estreno en Londres dio la razón al director ya que la crítica inglesa la alabó. Su siguiente trabajo fue “¿Qué?”, producida por Carlo Ponti en Italia que fue un éxito en Italia, regular en Europa y un fracaso en USA.
Su anterior amistad y deseo de trabajar juntos con Jack Nicholson devino en “Chinatown”, producida por Bob Evans para Paramount. Trabajar con Jack fue un placer, pero Faye Dunaway fue un constante dolor de muelas, tal y como le habían avisado. Salió corriendo para Italia donde dirigió la ópera “Lulú” en el Festival de los Dos Mundos de Spoleto y le encantó la experiencia.
Comenzó a trabajar con el proyecto de “Piratas”, primero con la Paramount, después con United Artist y, finalmente, pospuesto. Tenía que hacer algo y volvió a Paramount para hacer “El quimérico inquilino”. Ello le sirvió para volver a París, donde fijaría su residencia definitiva y pediría la nacionalidad francesa por nacimiento. “El quimérico inquilino” no fue muy bien y ello le devolvió a la ópera. Dirigió “Rigoletto” en Munich, donde conoció a Nastassia “Nasty” Kinski con 15 años, a la convirtió en protagonista de Vogue cuando le encargaron dirigir el número de Navidad de 1976. La revista también le contrató para otro reportaje donde conoció a Sandra, una niña de 13 años que parecía mayor de edad y que, además de fotos, acabaron haciendo el amor. Todo acabó en una denuncia que le devolvió al centro del objetivo periodístico más amarillista. Él defiende su versión de los hechos, convencido de que fue una encerrona, pero todavía hoy sigue acusado de violación a una menor. La falta de papeles de contratación por parte de Vogue le puso todo en contra.
Las palabras y el tono del relato pasa a ser muy áspero e impregnado de dolor. El hippie vitalista en que se había convertido ese niño polaco que escapó de los nazis parecía ahora un pelele sin rumbo al que cualquier cosa le servía para mantener la cabeza ocupada y no pensar en todo lo que tenía encima.
Pudo seguir trabajando hasta su ingreso en prisión preventiva en la cárcel californiana de Chino, donde permaneció recluido. Su relato de la estancia en prisión podría salir en cualquier película carcelaria, aunque cuenta que lo visto en la pantalla grande nada tenía que ver con la realidad. La serenidad como lo narra y el hartazgo hacia la prensa amarillista, que buscaba cualquier medio para entrometerse dan una pátina muy fina a lo narrado.
Los cambios de opinión del juez Rittenband, la posible vuelta a la cárcel con carácter indeterminado, etc… le llevaron al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles con destino a Londres. El juez Breckinridge se hace cargo del caso ante el abandono de Rittenband por una posible refutación, y eliminó la opción de rebeldía, volviendo a la posición inicial.
Voló a París y, ante la desesperada posición económica, se embarcó en “Tess”, cuyo rodaje le sirvió como experiencia purificadora, aunque al comenzar murió Geoffrey Unsworth (director de fotografía). Fue su película más cara, más larga de rodar y más problemática de distribuir, pero acabó ganando 3 Oscar y un montón de premios más.
Volvió a Polonia para dirigir en teatro el “Amadeus” de Peter Shaffer, al cual también interpretó inicialmente. La revolución iniciada por Lech Walesa y el movimiento Solidaridad estaba cambiando el país y, todo ello, le llevó a los lugares que habitaron su infancia, y allí, en Wysoka, se decidió a poner por escrito sus memorias.
Como epílogo añade unas pocas páginas escritas en la actualidad, felizmente casado con Emmanuelle Seigner y padre de 2 hijos. Siguió dirigiendo teatro, ópera y cine, dándole su carácter más personal a la película “El pianista” que le dio el Oscar y un sinfín de premios internacionales. En Suiza volvió a la cárcel y al arresto domiciliario para salir finalmente y, desde la experiencia, dar colofón a una vida digna de una montaña rusa. El perverso enano libertino ha llevado una vida de película.
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