Martina está jugando con la realidad real. Quiere saber, o ya sabe,
lo que siente un árbol cuando cae en el bosque, y nos lo muestra
cayendo de espaldas, como si ella misma —con ese vestido
del color de todas las flores— fuese un árbol.
El fotógrafo de la vida, ha detenido el tiempo antes de que Martina
caiga, tal vez mostrándole la habilidad del junco, que por su flexibilidad,
no levanta tantas sospechas.
Su cara de despreocupación indica que no sabe que el bosque la mira
con ansia, desde el tiempo. Y probablemente, después de caer sobre el
manto de hojas secas, se levantará y saldrá corriendo con esas zapatillas.
Porque de no ser así, la naturaleza la abrazaría hasta su cadáver, ay. Hasta
que su forma se borrase y no fuese más que una ilusión, un esbozo lento
en llegar, sobre el lienzo olvidado que el artista termina solo, desde el recuerdo.
Lo dijo el poeta, claro. Quién si no.
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