Tras 50 años de carrera, Jean-Michel Jarre publica un nuevo trabajo: Equinoxe Infinity. Jean-Michel Jarre es hijo de Maurice Jarre, uno de los mejores compositores de bandas sonoras del siglo XX, suyas son joyas como Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia o Pasaje a la India. Casi nada. Nacer bajo la sombra de su padre no debió de ser fácil para el joven Jarre, quien buscó su propio camino alejado de las paternas sonoridades sinfónicas quizás debido a la mala relación que siempre le unió a su progenitor. Jean-Michel se hizo mundialmente famoso por méritos propios gracias a discos de música electrónica como Oxygène (1976), Equinoxe (1978), Les Chants Magnétiques (1981) o Zoolok (1984). Jarre hizo célebre el uso de instrumentos analógicos y sintetizadores, siendo incuestionable su influencia en la música electrónica posterior.
Mientras tanto, sus faraónicos conciertos al aire libre incluían fuegos artificiales, harpas láser, pantallas gigantes e iluminación de edificios. En sus conciertos los asistentes se contaban por cientos de miles, llegando a contabilizarse un millón personas en Houston en 1986. Incluso fue el primer artista extranjero que actuó en la China comunista. Jarre se convirtió en un referente de eso que se llamó New Age junto a Vangelis o Mike Oldfield. Sin embargo, desde mediados de los años 80 su carrera ha pasado sin pena ni gloria a base de trabajos cada vez menos inspirados mientras se hablaba más de su vida privada (su sonada ruptura con Isabelle Adjani fue casi un tema de estado en Francia) que de su obra. Jarre ha coqueteado con todo tipo de estilos (del ambient al dance) mientras hacía caja a base de recopilatorios, discos en directo, colaboraciones más o menos afortunadas e innecesarias segundas partes de sus mejores trabajos. Así se sacó de la manga Oxygène 2 yOxygène 3, que no estaban ni de lejos a la altura del original. Ahora toca un Equinoxe 2 cuarenta años después del original y bajo el nombre de Equinoxe Infinity. Jarre, perfecto comercial de su propio trabajo, lo vende con dos portadas distintas y mucha palabrería sobre los vigilantes que aparecían en la portada original, amén de una edición de lujo nada barata, of course.
¿Qué aporta Equinoxe infinity a la carrera de su autor? Realmente nada. A sus 70 años ya poco novedoso tiene que aportar Jean-Michel Jarre. No se trata de menospreciar la experiencia ni el saber hacer adquirido con el paso del tiempo. Se trata, más bien, de constatar que la inspiración y la experimentación parecen tener fecha de caducidad. Este disco intenta recrear pasajes y sonidos del disco original sin llegar a ser nunca un calco, cosa que consigue, pero también evidencia que la fruta madura nunca reverdece. Comparar este Equinoxe Infinity con Equinoxe es un insulto para el original. Estamos ante un trabajo poco inspirado, puramente alimenticio, diseñado para venderse bien estas navidades. Ya sabemos que la nostalgia vende, sobretodo en Navidad. Este LP es un artefacto ideal para regalar a ese padre fan del disco original, pero musicalmente es bastante insulso. Suena muy bien, por algo se ha grabado con los últimos avances, pero adolece de una galopante falta de ideas.
Equinoxe Infinity se abre con The Watcher, un tema instrumental con una melodía simplona que nos recuerda al peor Vangelis, una especie de intro que no acaba de llevarnos a ningún sitio. Flying totems parece música de baile moderna (que tanto le debe a Jarre) pero vuelve a sonar sin rumbo. No hay una melodía atractiva ni el sonido resulta novedoso. En Robots don’t cry Jarre recupera la mítica rítmica de Equinoxe y el tema gana enteros como música ambiental, me agrada pero nada más. All That You Leave Behind me aburre, así de claro, este ambient no lleva a ningún sitio. Lo mismo me ocurre con If the Wind Could Speak, tiene una estupenda sonoridad pero se queda en una anécdota. La cosa no mejora con Infinity, una especie de moderna canción pop sin letra. Mucho sampler y mucho efecto pero poca chicha. Lo mejor del tema son sus reminiscencias sonoras al disco original. Lo mismo opino de Machines are learning, una pena que los samplers vocales suenen tan orientados al pop de radio fórmula. La melodía es francamente mejorable aunque suene bien y acaba desembocando en The opening, que es básicamente la misma canción que la anterior. La sónica cambia en Don’t look back, el tema más interesante del lote a priori. Tampoco es nada del otro mundo pero suena distinto, una pena que se quede en nada. Venga, ya queda poco. Igual Jarre nos sorprende y se saca de la manga un excelente tema que salve por sí solo el conjunto. No es el caso. Equinoxe Infinity cierra el disco y le da nombre a pesar de ser otro tema ambiental de lo más insulso. Ni los sonidos ambient, ni los samplers ni los ruidos del agua logran hacer interesante este corte que me retrotrae al también tedioso Waiting for Custeau.
Resumiendo, Equinoxe Infinity es un disco innecesario y aburrido que quizás contente únicamente a los muy fans del señor Jean-Michel Jarre.
No sea tan rimbombante con sus críticas, mi estimado señor. Jean Michel Jarre como todo músico tiene y ha tenido sus altos y bajos y tanto en la década del 80 como el 90 creo cosas de muy alto nivel al lado de otras olvidables y en nada a su altura.
Y tampoco es cierto que se «habría desinflado» a mediados de los ochenta. Tuvo sus altos y bajos, eso es todo. Un extraordinario «Zoolook», un fantástico «Rendezvouz», un irregular pero también bastante bueno «Chronologie» y los excelentes Oxígeno 7- 13 y Oxígeno 3 al lado de esperpentos olvidables como «Wating for Custeau» y «Methamorphoses».
Un gran compositor y músico con altos (más altos que bajos ) y bajos como todo artista.
Siempre es bueno no perder la objetividad.