La música de Queen ha acompañado a tres generaciones diferentes, convirtiéndose en icono popular gracias a mezclar diferentes estilos con excepcional resultado, con la grandeza de gustar desde los amantes del pop comercial u oyentes de radiofórmula hasta los seguidores del  progresivo o el rock duro. Así que no es de extrañar que este «biopic» sobre la banda británica vaya a conseguir un buen rédito económico y entretenga y satisfaga a la mayoría de público, pues no cabe duda que entamos ante un producto bien elaborado y que, a buen seguro, se convertirá en cinta basada en historia real más importante de la temporada.

Pero que el amplio presupuesto, su correcta factura formal y el oropel que rodea la producción no nos permita ver los defectos de «Bohemian Rhapsody», ya que el largometraje alterna momentos maravillosos con otros donde el guion de Anthony Mc Carten se resiente. Una irregularidad que se mantiene durante las dos horas y cuarto, cuyo claro ejemplo es el personaje de Jim Hutton, cuya relacción con Freddie Mercury es absolutamente demencial, recordando al cuento de la «Cenicienta», con el príncipe buscando por todo Londres a una persona a la que ha visto solo una vez pero de la que se ha enamorado sin ambajes. En ello, como en cualquier hagiografía, se intenta minimizar o explicar los pasajes oscuros de la vida de las estrellas y en el caso que nos ofrece parece claro que Freddie Mercury no era un modelo vital y de conducta, aunque todo queda perdonado por su magnífica voz. En él se centra el núcleo argumental del largometraje y la tensión dramática, pues los otros tres componentes quedan retratados de forma admirable, mostrando todas las virtudes posibles, tanto a nivel artístico como personal, notándose que Brian May y Roger Taylor están en la producción, no solo para cobrar los pingües beneficios.

La puesta en escena de Bryan Singer es competente, retratando con prestancia el Reino Unido de los setenta y ochenta y las escenas de directo son fabulosas, rodadas con técnica y brío, recordando al director de «Sospechosos habituales» o de los primeros «X men». Secuencias que epatan al espectador y que junto a los momentos que Queen comienza su proceso compositivo es de lo mejor del filme. Ahí funciona mejor que en el drama, donde se notan mucho más las «lagunas» de guion o la falta de mordacidad, pues, como hemos explicado antes, prefiere diluir los pasajes más oscuros de su vocalista y justificarlos por una personalidad excesiva y unos seres mezquinos y «carroñeros» con los que se rodea. Tampoco el montaje ayuda en exceso, haciendo hincapié en esa constante y que adolece de esa falta de concreción, superado por las maravillosas canciones y la soberbia fotografía de Newton Thomas Sigel.

En lo que también destaca es en el capítulo actoral, pues no solo tiene parecido físico con los Brian May, Roger Taylor y John Deacon y el resto de secundarios, sino que sus interpretaciones son convincentes, aunque la palma es la de Rami Malek como Freddie Mercury, cuyo trabajo es impresionante y a buen seguro es nominación segura en casi toda la próxima temporada de premios. Uno de esos trabajos que cambian una carrera y que lanzan al «estrellato», pues detrás de la perfecta caracterización se nos muestra un personaje con múltiples aristas; excesivo e inseguro, ególatra y narcisista pero también genial y cuyos únicos momentos de deslealtad vienen producidos por malas compañías y terceras personas. De hecho hay un momento que peca de elitismo pero que resume a la perfección la personalidad de Mercury, donde cuando emprende su aventura en solitario, les «echan en cara» el haberle sacado de ser maletero en Heathrow para convertirse en estrella, rebatiendo el cantante que sería de ellos sin él. Uno astrofísico, el otro dentista y el tercero ingeniero electrónico. Es decir, los tres tendrían una cómoda vida que mantienen sin demasiados escarceos amorososos fuera de sus matrimonios frente al aislado Mercury que vive en sus mansión, junto a sus gatos, a sus desenfrenadas fiestas y a su voraz frenesí sexual.

No nos parece la obra definitiva ni lo que merece una banda tan grande pero sus virtudes prevalecen sobre los defectos, el ritmo es estupendo y el metraje pasa en un suspiro, por lo que supera con creces el aprobado y estamos convencidos de su proyección internacional, no tanto como «Queen» pero acercándose.

 

 

BOHEMIAN RHAPSODY – BRYAN SINGER

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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