A pesar de ser de 2016 hasta este verano no nos ha llegado esta miniserie australiana. Seis episodios de una hora de duración para narrarnos la vieja historia del enfrentamiento entre prensa y gobierno, cuyo último apéndice ha sido la estupenda cinta de Spielberg «Los archivos del Pentágono» y del que destacamos como uno de sus máximos exponentes la genial «Tempestad sobre Washington» de Otto Preminger y que ha culminado con la extraordinaria primera temporada de «House of cards».
«La ciudad de los secretos» no llega, ni por asomo, a los límites de las películas y serie antes citadas pero se convierte en un entretenimiento más ligero, con una progresión de menos a más, donde los primeros dos capítulos no terminan de convencer pero el argumento va en ascenso hasta llegar a un colofón bien resuelto y que deja abierto a una segunda temporada que parece que no se va a rodar nunca. Lo cual lamentamos pues mimbres existían para continuar esta intriga política.
Todo gira a raiz de un crimen por un «microchip» y una joven que se quema «a lo bonzo» pidiendo la libertad del Tibet. Ambos sucesos son relacionados por una ambiciosa periodista, cuyo ex marido se ha transformado en mujer y trabaja como analista informático para el gobierno australiano. La búsqueda de la verdad le enfrentará con una corrupción en las altas esferas gubernamentales y serios problemas internacionales con el régimen chino y, en menor medida, el estadounidense. Y a partir de ahí, comienza un juego de mentiras, traiciones, asesinatos y agentes dobles en la línea de las novelas de John Le Carré o Frederick Forshyth, donde los servicios secretos y los miembros del consejo de ministros no salen bien parados, llevando al límite la máxima de Gilles Deleuze sobre que «el poder no se tiene, se ejerce». Un juego geoestratégico donde comprobaremos como funcionan las cloacas del estado.
La responsable de la dirección es Emma Freeman, que a su favor cabe decir que a parte de los personajes principales, un protagonista más es la ciudad de Camberra, que a pesar de no tener el «glamour» de Washington, Londres o París, sí que acaba pareciendo un foco de poder, además de poseer algunas escenas sobresalientes en uno de sus lagos, aunque el peso de la narración en el capítulo actoral lo lleva la eficiente Anna Torv, descubierta en esa joya llamada «Fringe» y que ha continuado en grandes seriales como es la reciente primera temporada de «Mindhunter» y una Jacki Weaver, quien su nominación al Oscar por «El lado bueno de las cosas» no ha elevado su carrera pero sus interpretaciones son notables, como es el caso de su intrigante ministra, alguien quien se mueve con acierto en los pasillos y despachos de la alta política. Interesante resulta también el «affaire» entre el ministro de asuntos exteriores australiano y la esposa del embajador chino, que desde el inicio parece estar condenado a la tragedia y que desde el inicio nos hace dudar si la motivación es amorosa o de espionaje.
«La ciudad de los secretos» es una opción recomendable y alabamos a la plataforma que ha tenido a bien estrenarla en nuestro pais, pues a pesar de algunos defectos y una irregularidad en el ritmo es una propuesta interesante y que nos aparta durante unas horas de superhéroes y situaciones inverosímiles, ya que aunque parte de una masa infantilizada piense en el político como una persona que intenta cuidar de la población y con una bondad natural, vemos más cercano este retrato. De hecho, y esto es opinión personal, no demandamos en nuestros gobernantes ni cercanía ni «buen corazón», solo que sepan gestionar con acierto. Y eso es complicado en estos tiempos donde lo sentimental se encuentra por encima de lo racional.
0 comentarios