Pero no puedo dejar de pensar en los años de habitaciones solitarias, cuando las únicas personas que llamaban a mi puerta eran las caseras pidiendo el alquiler atrasado, o el FBI. Yo vivía con ratas y ratones y vino, y mi sangre se derramaba por las paredes en un mundo que no podía entender ni todavía puedo. Más que vivir, me moría de hambre; corría enloquecido entre mis propios pensamientos y me escondía. Cerraba todas las persianas y miraba fijamente al techo. Cuando salía, era para irme a algún bar, donde mendigaba algún trago, hacía recados y era golpeado en callejones por hombres seguros y bien alimentados. Bueno, gané algunas peleas, pero sólo porque estaba frenético. Pasé años sin mujeres, vivía de mantequilla de cacahuete y robaba pan y patatas cocidas. Era el imbécil, el bobo, el idiota. Quería escribir, pero la máquina estaba siempre jodida. Me rendía y bebía…
déjame dormir,
la sabiduría está en la oscuridad
barriendo en la oscuridad como las escobas,
yo voy adonde se han ido las moscas del verano,
intenta cogerme
¡Todos vamos a morir, todos nosotros, qué circo! Solo eso debería hacer que nos amáramos unos a otros, pero no es así. Estamos aterrorizados y aplastados por trivialidades, somos devorados por nada.
soy simple, no profundo. mi genio surge de un interés por las putas, los trabajadores, los conductores de tranvía – solitarios, personas abatidas –
una mujer, una rueda
pinchada, una
enfermedad, un deseo; temores ante ti,
temores que puedes estudiar
como las piezas de un
tablero de ajedrez…
no son las cosas importantes las que
llevan a un hombre al
manicomio. Está preparado para la muerte o
el asesinato, el incesto, el robo, el incendio,
la inundación.
No, es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al
manicomio…
no es la muerte de su amor
sino el cordón de su zapato que se rompe cuando tiene prisa.
El horror de la vida
es esa multitud de trivialidades
que puede matar más deprisa que el cáncer
y siempre están ahí:
la matrícula del automóvil o los impuestos
o el permiso de conducir vencido
o los contratos o los despidos,
hacerlo tú o que te lo hagan, o
el estreñimiento
o las multas por exceso de velocidad,
polillas o grillos o ratitas o termitas o
cucarachas o moscas y
la tela metálica que se
ha roto,
o pasarse
o no llegar,
o el fregadero atascado o la casera borracha,
al presidente no le importa y el gobernador
está loco.
El interruptor de la luz roto, o el colchón como
un puerco espín,
105 dólares por la puesta a punto, el carburador y la bomba de
gasolina en Sears Roebuck,
y el recibo del teléfono que sube y la Bolsa
que baja
y la cadena del water que se ha
roto
y la instalación de la luz que se ha quemado,
la luz de la entrada, la luz del frente, la luz de atrás,
la luz del interior; está más
oscuro que el infierno y
es el doble de caro.
Y además siempre hay ladillas y uñas que se encarnan
y gente que insiste en que son
amigos tuyos;
siempre hay eso y cosas peores:
grifos que gotean, Cristo y la Navidad,
el salami azul, 9 días de lluvia,
50 centavos de aguacates
y paté de hígado
morado.
O meterse
de camarera en Norm’s con turno partido,
o de vaciador de
orinales,
o de lavacoches o de ayudante de camarero
o de ladrón de bolsos de ancianas
que las deja gritando en las aceras
con los brazos rotos a los 80 años.
De pronto 2 luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en
los calzoncillos;
dolor de muelas y 979 dólares por un puente
o 300 dólares por una muela
de oro,
y China y Rusia y Estados Unidos y
pelo largo y pelo corto y nada de
pelo y barbas y sin rostros,
y muchos papeles de liar pero ninguna
hierba excepto tal vez una para mear y otra para tu barriga.
Con un cordón de zapato que se rompe
de cada cien cordones de zapato que se rompen,
un hombre o una mujer o una
cosa
va a parar al
manicomio.
Así que ten cuidado
al agacharte
“En la muerte no hay nada más para llorar que lo que hay para llorar en el crecimiento de una flor.
Lo terrible no es la muerte sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte. Ellos no honran sus propias vidas, se mean en sus vidas. Se cagan en ellas. Malditos estúpidos.
Se concentran demasiado en follar, las películas, el dinero, la familia, follar. Sus mentes están llenas de algodón. Se tragan a Dios sin pensar, se tragan el país sin pensar. Pronto se olvidan de cómo pensar, dejan que otros piensen por ellos. Sus cerebros están rellenos de algodón.
Son feos, hablan feo, caminan feo. Ponles la gran música de los siglos y no pueden oírla. La muerte de mucha gente es una farsa. No queda nada para morir.”
traducido por Narciso de Alfonso
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