Hoy os traigo un poema que me han pedido por encargo. A una Malabaresa. Se trata de uno de los que contiene la serie Los Despojos, de Charles Baudelaire, al que venimos traduciendo últimamente. Me están apretando las tuercas con esto de la traducción y espero que este poema sea de vuestro agrado. Si, supongo que no estoy hablando del poema, pero es que prefiero que lo descubráis a medida que lo leéis.
LOS DESPOJOS – CHARLES BAUDELAIRE
A une Malabaraise
Tes pieds sont aussi fins que tes mains, et ta hanche
Est Large à faire envie à la plus belle blanche ;
A l’artiste pensif ton corps est doux et cher ;
Tes grands yeux de velours sont plus noirs que ta chair.
Aux pays chauds et bleus où ton Dieu t’a fait naître,
Ta tâche est d’allumer la pipe de ton maître,
De pourvoir les flacons d’eaux fraîches et d’odeurs,
De chasser loin du lit les moustiques rôdeurs,
Et, dès que le matin fait chanter les platanes,
D’acheter au bazar ananas et bananes.
Tout le jour, où tu veux, tu mènes tes pieds nus
Et fredonnes tout bas de vieux airs inconnus ;
Et quand descend le soir au manteau d’écarlate,
Tu poses doucement ton corps sur une natte,
Où tes rêves flottants sont pleins de colibris,
Et toujours, comme toi, gracieux et fleuris.
Pourquoi, l’heureuse enfant, veux-tu voir notre France,
Ce pays trop peuplé que fauche la souffrance,
Et, confiant ta vie aux bras forts des marins,
Faire de grands adieux à tes chers tamarins ?
Toi, vêtue à moitié de mousselines frêles,
Frissonnante là-bas sous la neige et les grêles,
Comme tu pleurerais tes loisirs doux et francs,
Si, le corset brutal emprisonnant tes flancs,
Il te fallait glaner ton souper dans nos fanges
Et vendre le parfum de tes charmes étranges,
L’oeil pensif, et suivant, dans nos sales brouillards,
Des cocotiers absents les fantômes épars !
A una Malabaresa
Tus pies son tan finos como tus manos, y tu cadera
tan ancha que la envidia la blanca más hermosa;
tu cuerpo es dulce y preciado para el artista meditativo;
más negros que tu carne son tus grandes ojos aterciopelados.
En las regiones cálidas y azules en las que tu Dios te ha hecho nacer,
tu labor es encender la pipa de tu señor,
llenar los frascos de agua fresca y aromas,
espantar de la cama los mosquitos merodeadores
y, apenas la mañana hace cantar a los sicomoros
comprar en el bazar piñas y plátanos.
Durante todo el día te paseas por donde queieres
tarareando suavemente viejas melodías desconocidas;
y cuando cae la noche con su túnica escarlata,
posas dulcemente tu cuerpo en una estera,
en la que tus sueños flotantes están llenos de colibríes
siempre, como tú, graciosos y floridos.
¿Por qué, niña feliz, quieres ver nuestra Francia,
este país tan poblado que su sufrimiento aniquila,
confiando tu vida a los brazos fuertes de los marineros,
para despedirte de tus queridos tamarindos?
Tú, medio vestida de delicadas muselinas,
temblorosa allá bajo la nieve y el granizo,
¡cómo llorarías tus sinceros y dulces pasatiempos,
si, el corsé brutal aprisionando tus costados,
tuvieras que procurarte tu cena de nuestros lodos
y vender el perfume de tus encantos extranjeros,
con la mirada pensativa, y persiguiendo, en nuestras sucias brumas,
los fantasmas de los ausentes cocoteros!
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