En el año 1975 se publicó el sencillo del premio nobel Bob Dylan, Hurricane, dentro de un álbum que lleva como título Desire. Una canción que trata de una persona que sufrió acoso por parte del estado. El boxeador Rubin Huracán Carter. Historia de la que se hizo en su día una bonita película, donde nuestro protagonista es llevado a la cárcel, aunque, como decía él, en su mente, seguía siendo libre.
HURRICANE – BOB DYLAN
hurricane
Suenan disparos en el bar, por la noche.
Entra Patty Valentine y desde la entrada de arriba
ve al camarero en un charco de sangre.
Grita: “¡Dios mío, los han matado a todos!”
Ésta es la historia del Huracán
El hombre al que las autoridades culparon
por algo que él nunca hizo.
Lo metieron en una celda, pero un día pudo
llegar a ser el campeón del mundo.
Patty alcanza a ver tres cuerpos tirados en el suelo,
y a otro hombre, llamado Bello,
merodeando sospechosamente por la zona.
“No lo hice”, dice, y levanta sus manos.
“Yo sólo estaba robando en la caja”, usted me comprenderá.
“Yo los ví marchar”, dice, y se calla.
“Uno de nosotros debería llamar a la policía”.
y Patty llama a la policía
y llegan a la escena del crimen con sus luces rojas destellando
en la cálida noche de New Jersey.
Mientras tanto, lejos, en otra parte de la ciudad,
Rubin Carter y dos amigos van dando un paseo en coche.
El favorito para ganar el título de los pesos medios
No tiene ni idea de qué clase de mierda se le está viniendo encima
cuando un policía los detiene y les manda parar en la cuneta.
Igual que la vez anterior, y la vez anterior a esa.
Es así como funcionan las cosas en Paterson.
Si eres negro, mejor no salgas a la calle
a menos que quieras que tu madre lo lamente.
Alfred Bello tenía un compañero,
y tenía una denuncia que comunicar a la policía.
Él y Arthur Dexter Bradley estaban merodeando por la zona.
“Vi a dos hombres correr”, dijo. “Dos tipos de peso medio”.
“Subieron a un coche blanco, con matrícula de fuera del estado”.
Y la señorita Patty Valentine asintió con la cabeza.
El policía dijo: “Esperad un momento, chicos, éste no está muerto”.
Así que lo llevaron al hospital
Y a pesar de que este hombre difícilmente podía ver
le preguntaron si podría identificar a los culpables.
Las cuatro de la mañana, y detienen a Rubin.
Lo llevan hasta el hospital y suben hasta la habitación.
El hombre herido le mira a través del único ojo bueno que le queda
y dice: “Pero, ¿qué me traéis aquí?, ¡éste no es el hombre!
Sí, ésta es la historia del Huracán.
El hombre al que las autoridades culparon
por algo que él nunca hizo.
Lo metieron en una celda, pero un día pudo
haber sido el campeón del mundo.
Cuatro meses después, los guetos están que arden.
Rubin está en Sudamérica, boxeando por el título,
mientras Arthur Dexter Bradley, todavía metido en el caso del atraco,
está siendo presionado por la policía, que busca a alguien a quien culpar
“¿Recuerdas aquel asesinato que ocurrió en un bar?”
“¿Recuerdas que dijiste que habías visto escapar un coche?”
“¿Crees que puedes jugar con la ley?”
“¿No crees que fue aquel boxeador al que viste correr aquella noche?”
“Recuerda que eres blanco”.
Arthur Dexter Bradley dijo que no estaba seguro.
“Un pobre chico como tú nos puede ayudar mucho”, le dijo la policía.
“Te tenemos pillado por el trabajo del motel,
y podemos hablar con tu amigo Bello”.
“Venga, no tienes porqué volver a la cárcel. Sé un buen chico”.
“Le harás un favor a la sociedad”.
“Ese hijo de puta es un rebelde, y cada día que pasa es peor”.
“Queremos poner su culo en la cárcel”.
“Le culparemos del triple asesinato”.
“No es el Caballero Jim, precisamente”.
Rubin podía cargarse a un tipo con un solo golpe,
pero de ahí no pasaba.
“Es mi trabajo”, dice, “y lo hago por dinero”.
“Y una vez acabado, acabado está”.
Era un paraíso.
Nadaba en la abundancia y el aire era puro
campando a sus anchas por donde quería.
Pero lo cogieron y lo metieron en la cárcel,
donde convierten a un hombre en un ratón.
Todas las cartas de Rubin estaban marcadas.
El juicio, una farsa, sin posibilidad alguna.
El juez convirtió a los testigos de Rubin en borrachos de los barrios bajos.
Para los chicos blancos que lo vieron, no era más que un revolucionario
y para los chicos negros no era más que un negro loco.
Nadie dudó que él había tirado del gatillo.
Y aunque no tenían pistola para probarlo,
la policía dijo que había sido él el culpable.
Y el jurado de blancos le dio la razón.
Rubin Carter fue injustamente acusado.
El crimen fue famoso, ¿sabes quién testificó?
Bello y Bradley. que mintieron vilmente,
y los periódicos lo bendijeron.
¿Cómo puede la vida de un hombre
estar en las manos de unos idiotas?
Ver cómo le metieron en esa encerrona
no podrá ayudarle en nada, pero me siento
avergonzado de vivir en una tierra
donde la justicia es un juego.
Ahora los verdaderos criminales, con sus abrigos y corbatas
son libres para beber martinis y ver salir el sol,
mientras Rubin se sienta como un Buda
en una celda de diez pies.
Un hombre inocente, en un infierno viviente
Ésta es la historia del Huracán,
pero no se acabará hasta que se limpie su nombre,
y le devuelvan el tiempo que le robaron.
Lo encerraron en una celda, pero un día él pudo haber sido el campeón del mundo.
Traducción de Narciso de Alfonso
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