Comanchería es la sorpresa de la temporada. Un film pequeño con pinta de independiente que con muy poco ruido se ha convertido en una de las mejores películas del año. Su estreno pasó por las salas con más pena que gloria, quizás debido a una casi inexistente promoción. El premio Un Certain Regard del Festival de Cannes y las cuatro candidaturas a los Oscars, incluida mejor película y Jeff Bridges como actor secundario, la avalan como una propuesta que bien vale la pena.
Comanchería es un thriller sobre dos parejas, una de hermanos atracadores de bancos y, en el otro bando, una pareja de rangers de Texas encargados de atrapar a los primeros. Estamos ante un western moderno con un exquisito gusto crepuscular. Los vaqueros del siglo XXI ya no tienen sentido, todo aquello del transporte de ganado a caballo pasó a mejor vida. Tampoco los indios son ya dueños de nada, excepto casinos. Ni siquiera los atracadores de bancos son vistos como villanos por el pueblo llano. Los verdaderos villanos son los bancos que han arrebatado al pueblo su dinero y su dignidad. Todo cambia y el cine de atracos ha mutado. El guión de Taylor Sheridan presenta Texas como un lugar deprimido repleto de anuncios que evidencian los estragos de la crisis económica. Carteles de negocios que cierran y liquidación de deudas jalonan las calles de estos pueblos. Una pintada lo deja claro, «Tres turnos en Irak pero en casa no hay rescate». Un claro ejemplo de cómo las autoridades han abandonado al americano medio, tanto que muchos de ellos ya no creen en el sistema y han decidido otorgar su voto a un anti-sistema como Donald Trump. Al menos Trump agitará el árbol, a ver qué cae. No creo que Comanchería sea un film a favor de Trump, la verdad, aunque sí explora el caldo de cultivo de sus votantes. Comanchería propone una certera visión del sur de EEUU: religión, mestizaje, racismo («¿Por qué roban, si ni siquiera son mexicanos?» pregunta un personaje) y armas. La tenencia de armas lo complica todo, digan lo que digan Trump y sus votantes. Aquí los ciudadanos llevan armas y están dispuestos a usarlas para defenderse, pudiendo convertir un simple atraco en una masacre.
Ambas parejas antagonistas son interesantes y jugosas, si bien me quedo con el ranger de Texas interpretado magníficamente por el gran Jeff Bridges, quien está a punto de retirarse y disfrutar de su jubilación. Ese viejo cascarrabias irónico y sarcástico en extremo que no puede parar de soltar lindezas sobre el origen mejicano e indio de su estoico compañero (Gil Birmingham). Por otro lado, la pareja de hermanos ladrones formada por Chris Pine (Star Trek) y Ben Foster resulta bastante creíble. Son dos hermanos totalmente opuestos que se complementan a las mil maravillas en su peligroso maratón de atracos.
El británico David Mackenzie se empapa del polvo de la historia y nos entrega uno de los mejores ejemplos de western modernos. Sabe sacar partido a los puntos fuertes del guión, que son muchos y no estropea la historia con tontería ni rata al espectador de idiota. Tensas escenas de atracos, hay humor en los diálogos entre policías y cierta crítica social muy necesaria. Todo ello desemboca en un duelo final ciertamente memorable. Especial mención merece la banda sonora, formada por canciones de Jamey Johnson, Townes Van Zandt o Gillian Welch y música original compuesta por Nick Cave y Warren Ellis. Todo contribuye a que el film sea muy recomendable.
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