Sully es el homenaje de Clint Eastwood al americano medio. Ya sabes, buen padre de familia, mejor persona y puro de corazón. Ese héroe anónimo que nadie encarna mejor que Tom Hanks. Estamos ante una obra menor dentro de la filmografía de Eastwood aunque algo por encima de decepciones como Hereafter o Invictus. Aquí Eastwood sabe lo que nos quiere contar. Una lástima que la historian no dé para tanto. Eastwood critica, como en Banderas de nuestros padres, esa necesidad de héroes de los norteamericanos. Los medios se encargan de ensalzar a cualquier buen profesional que esté en el momento justo en el lugar apropiado. Así funciona la cosa, hay que vender titulares y llenar minutos en las noticias. Tampoco importa mucho si no todo es verdad o si las investigaciones aún no han concluido. Hay que vender la historia. América es así, capaz de lo mejor y lo peor simultáneamente.
La verdad, a mí el film me cansó un poco, demasiadas vueltas sobre el hecho del accidente, creo que se nos muestra unas cuatro veces. Pero sí acierta Eastwood al mostrarnos las dudas del personaje de Tom Hanks, ese profesional que lo ha hecho lo mejor que ha sabido pero duda de si tomó la decisión correcta. El guión describe perfectamente el mundo de Sully, su relación con el copiloto, su mujer, etc. Además de poner en valor el factor humano frente a las máquinas. Se establecen importantes cuestiones de la sociedad norteamericana actual como la citada la necesidad de héroes o el miedo a repetir el 11-S que dan empaque a una historia que, a priori, no tenía demasiado recorrido. Sin embargo Eastwood se las apaña para que la historia se haga amena aunque ya todos sepamos el resultado. A sus 85 años Eastwood sigue en la brecha, cierto que ha perdido algo de pegada y ya no arriesga pero todavía nos entrega alguna buena película de vez en cuando. No estamos ante una nueva Million dollar baby, Mystic river o Gran Torino, pero Sully mejora respecto a sus reciente propuestas. Sully no podría volar sin Tom Hanks tan perfecto como siempre en su eterno papel de buen tipo, ese americano medio ideal que uno duda que realmente exista pero con el que todos nos podríamos identificar viendo el film.
Al final, Eastwood se inclina por lo fácil, una sesión en la que se debe dilucidar si el protagonista tomó la decisión correcta, y todo da un giro tan inverosímil que incluso los inquisidores acaban reconociendo que le habían juzgado demasiado duramente. La América de Eastwood es así, puede que sea dura con sus héroes, pero nunca les olvida y siempre reconoce sus méritos. Sólo eché en falta que todos se pusieran a aplaudir al héroe. La verdad es ese final tan almibarado casi me provoca un subidón de azúcar.
Un film correcto con un Eastwood en piloto automático.
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