Reconozco que no había leído la novela de Paula Hawkins ni tenía ni idea de qué iba La chica del tren. Así pues, me dispuse a ver la película sin la menor idea de su trama. Algo difícil hoy en día, con tanto trailer que te cuenta toda la película y tanto idiota por la red que se dedica a destripar la tramas sin previo aviso. Únicamente sabía que la protagonista es Emily Blunt, actriz muy competente aunque algo desaprovechada en papeles de florero al que el macho de turno debe salvar. Al menos, en La chica del tren demuestra que es más que una cara bonita y ella es lo mejor del film. No es que estemos ante un thriller revolucionario pero sí ante un entretenimiento digno si uno no es muy exigente.
Viendo el film uno supone que la adaptación ha debido de ser bastante fácil. Como otros muchos best-sellers, la estructura cinematográfica estaba implícita ya en la novela. Me sorprendió gratamente que la protagonista sea una mujer con una adicción al alcohol y su vida de esté hundiendo en el fango. Considero muy positivo que las mujeres vayan tomando protagonismo en el cine comercial, aunque sea en roles tan poco edificantes. La verdad es que en esta película los personajes femeninos están mucho mejor definidos que los masculinos. Esta anti heroína alcohólica y sus lagunas mentales son el nudo principal del film. Me pareció muy bien llevada la presentación de un personaje de quien la vergüenza y el rencor son sus únicas aliadas. Su rutina parece romperse únicamente por la vistas desde su ventanilla del tren. Es esa observación de las vidas ajenas y la idea de que ella podría llevar esa vida lo que pone en marcha la película.
El director Tate Taylor (Criadas y señoras, I Feel Good) consigue que entremos en su juego y nos convierte en voyeurs consumidos por el morbo de saber qué pasa en las casas ajenas. Con un montaje desordenado y multitud de flashbacks Taylor coloca al espectador casi tan confundido como a la protagonista. Taylor nos va llevando de forma aceptable por una trama que entretiene, al menos durante un rato. Como era de esperar, Taylor nos oculta información y hace trampas al espectador con ese montaje tan sincopado pero su juego entretiene y pasa rápido. La cosa funciona cuando aborda la idealización de las parejas observadas y el contraste con la solitaria vida de la protagonista. Lamentablemente, luego la cosa decae acercándose peligrosamente al telefilm de domingo por la tarde en Antena 3 sazonado con escenas pseudo-eróticas metidas con calzador y desnudos de la bella actriz Haley Bennet. Por si a alguién le interesa, Luke Evans también sale estupendo. Una pena que una premisa no muy original pero sí efectiva pierda fuelle de esta manera a pesar del buen hacer de Emily Blunt. El desarrollo se torna rutinario y poco original, incluso vemos venir ciertos giros de guión que se supone deberían sorprender al espectador.
Lo dicho, otro entretenimiento que se ve sin problemas y no deja poso alguno.
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