En el justo momento que decides arriesgar en tu propuesta, ya debes tener en mente que el camino no va a ser fácil, que los vaivenes van a ser constantes. Es lo que tiene buscar en los bolsillos y no conformarte a priori con lo primero a lo que echas mano. Siempre he pensado, he concebido, posiblemente desde el desconocimiento del que se siente miembro de pleno derecho, que ciertos sectores del rock progresivo se comportan de manera bastante elitista, no ya solo como grupo en conjunto, cuya propuesta se aleja y difiere muchísimas veces del gusto general del seguidor del rock, sino ya dentro su propio círculo de alcance. Lo he contado y lo repetiré las veces que haga falta, que no me considero fan del rock progresivo en general, pero si, y mucho, de ciertos discos, incluso recalcar, que más de ciertas grabaciones que de los grupos que las crearon en si. Pero no dejo de reconocer esa dificultad implícita del músico de rock progresivo, porque la indiferencia de un amplio sector de la audiencia rockera, es algo que deben tener asumido desde el minuto uno, como ocurre con otras tendencias del rock, pero esa especie de salvoconducto entre los habitantes del gremio, a veces es más complicado de llevar.
No se si existe realmente tanta demanda de rock progresivo como las redes sociales a veces parecen mostrar, tal vez, porque en estas cosas, se suele volver cierto aquel refrán de Dios los cría y ellos se juntan, pero si es cierto que la oferta crece cada día más, que vemos un resurgir de bandas clásicas y el empuje de nuevos grupos dispuestos a dejar bien afianzados sus cimientos, con la dificultad añadida de ser el nuevo de la clase. Los murcianos Pervy Perkin, pertenecen al grupo de aquellos que acaban de llegar pero que tienen argumentos de fuerza para quedarse e incluso ir sentándose en los primeros pupitres. Este «Totem» su segundo disco, muestra que no son flor de un día, ni capricho de un momento, sino que sus credenciales están avaladas por su trabajo. Los quince minutos de la inicial «I believe» deberían ser suficientes para convencer a quien albergue aún alguna duda. Una canción a la que prestar la atención debida, a su riqueza y su ejecución.
El primero de los preludios que acompañan a sus composiciones, «I. The city», da paso a «KountryKuntKlub», de minutaje recortado si comparamos con la canción inicial, en el que ese banjo te mete en una espiral de locura con una especie de prog bluegrass, que vuelve a mostrar la habilidad de estos tipos con los instrumentos. «II. The fog» abre el paso de cortesía correspondiente a «Mr. Gutmann», 26 minutos de continuos cambios y cambios de travesía, que comienza a bordo del mejor metal progresivo para ir desembarcando en cada puerto y añadiendo matices y sonoridades, que van desde el jazz al reggae, pasando por el space rock. momentos agresivos con templanza, en definitiva una demostración de donde son capaces de llegar.
«III. The sound» da paso a «Hypocondria» en el que nos transportan a parámetros más propios del metal extremo con una batería que no deja paso a la respiración y esa dualidad vocal, o esa parte central melódica, que no hace más que afianzar la creencia en que estos tipos están preparados para dar el salto a grandes ligas. «IV. The void» es la puerta de entrada a la última canción del disco, «T.I.M.E. (Part I. The experiment), casi veinte minutos de transición entre el rock progresivo y el metal progresivo, mostrando una evolución propia como historia viva del género. Desde luego un gran disco, que puede costar de aceptar si no estás acostumbrado o preparado para estas tesituras, pero que una vez dentro, si eres capaz de absorver cada uno de sus matices, podrás descubrir la gran capacidad de esta banda.
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