Ya hemos visto con Old boy y Sympathy for lady vengeance que el cine de Park Chan-wook es sinónimo de exceso. Tanto sus historias, sus puestas en escena, como su metraje son excesivos. El cine coreano tiende generalmente a ello. La mesura no va con ellos. Thrist es un ejemplo más de todo ello.
Esta historia de un cura católico dispuesto a sacrificarse para encontrar una vacuna para una enfermedad acaba derivando en un drama familiar con vampiros, triángulo amoroso y crímenes pasionales de por medio. Thirst es un film insano, violento y agobiante. El torbellino de pasiones que arrastra a los personajes se nos antoja algo forzado y exagerado pero no deja de tener su gracia. El guión adapta libremente la novela Thérèse Raquin de Émile Zola pero Park Chan-wook añade elementos de Drácula, El imperio de los sentidos, El pájaro espino y quien sabe qué más cosas que le pasaron por la cabeza. Todo ello nos da como resultado un drama coreano con toques de sexo y terror no apto para espectadores poco acostumbrados a este tipo de excesos orientales. Pero Thirst es sobre todo una historia de amor, un amor imposible que va mutando en algo mucho más adictivo y peligroso que la propia sangre que ansía el protagonista.
Los amantes de las historias truculentas pero bien contadas (tomándose su tiempo) la podemos encontrar a ratos fascinante y a ratos tediosa, pero nunca nos dejará indiferente. El director de Old boy sigue siendo fiel a sí mismo. Si aquélla era radical y excesiva, Thirst no se queda muy atrás. A mí me gustaron mucho los continuos giros que va tomando el argumento, siempre queda una vuelta de tuerca más hacia la desesperación. Por una vez los actores me parecieron muy contenidos, nada propensos a la exageración. En el transcurso de la historia les veremos evolucionar hacia terrenos insospechados pero siempre resultando verosímiles (dentro del género en el que nos encontramos, claro). Buen trabajo de la pareja Kim Ok-bin y Song Kang-ho (Memories of murder, The host).
Una vez más Park Chan-wook demuestra que sabe rodar. Maneja la cámara de forma prodigiosa, sacando partido a cada uno de los encuadres y a cada mirada de los actores. Los excesos de Park Chan-wook me parecen fascinantes a veces y otras veces ridículos: tanta sangre y tanto drama se me acabaron indigestando un poco. Opino que, una vez más, un recorte de metraje hubiera sido muy beneficioso.La gran escena del film, cuando uno piensa que la tragedia no puede ir más allá, sólo es la antesala de un final no menos genial que media hora antes nos hubiera encantado, pero cuando llega es ya demasiado tarde.
Thirst me entretuvo y me hizo pasar un buen rato, reconozco que estas retorcidas historias de sacrificio, culpa y redención a la coreana casi siempre me agradan.
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