¡Diablos!. Andaba yo esta mañana tomándome mi primer café, ese chute de cafeína que me coloca en el disparadero de salida con al menos, algo de energía, y viendo en la tele «Caso abierto», una de esas series policíacas que no pasará a la posteridad en los discos duros de los nuevos gurus de las series televisivas, aquellos que entronizan o demonizan, porque ellos lo valen, pero que a mi me mantiene con la atención en el televisor, durante el par de episodios seguidos que calzan por las mañanas. Además, amiguetes, a la persona que se encarga de la banda sonora de cada episodio, había, ahora que está de moda, darle un Nobel del buen gusto y el saber estar, porque es de nota, que me aspen. Y mientras disfrutaba de como cerraban un caso que llevaba clamando justicia desde décadas posteriores, me dice el amigo Facebook, que hoy es un día especial, que cumple años Chuck Berry, ¡felicidades Mr. rock and roll!.
¿Que sería de nosotros sin el amigo Chuck?, preguntadle a Keef, a ver que os contesta. Mira que socialmente terminando siendo siempre unos racistas de mierda, y si miramos a los States, más aún, si allí era complicado ser negro en los 60, lo sigue siendo ahora mismo, igual de jodido, aunque el presidente de la nación más poderosa del mundo posea su piel oscura, comparado con los barrios de las ciudades, su piel parece blanca. Hace tiempo veía en un documental, decir a un skinhead que el rock era música blanca, ¿pero tío?, sacate el cerebro del puto culo, o crees que Elvis mamó de los rednecks de su pueblo. Coño, si todo lo que nos metemos cada día por nuestras desgastadas orejas, viene del blues, y el blues tiene su color bien claro, aunque la superficie muestre ante nuestros ojos otro. Ya lo decían en The Commitments, ¡soy negro y estoy orgulloso!. Y acaso no dicen que los irlandeses son los negros de Europa, pues entonces está bien justificado, que más allá de que como luzcan los pellejos que cubran sus huesos, Crow Black Chicken, sean capaces de unir en su música lo mejor de lo aprendido de los negros y de los blancos, del blues y el rock, y de todos los sonidos sureños habido y por haber.
«Pariah brothers» es su nuevo disco y huele a pantano, a borbotones de bourbon a la orilla del río. Estos tíos son la alternativa de la vieja Europa a los maravillosos Govt Mule de Warren Haynes, el fiel reflejo de que en las venas no solo corre sangre. Escuchar al trío atacar una canción como «The prophet», no tiene precio ni espacio, necesita de tu disponibilidad a dejarte llevar y sentir junto a cada acorde. «Jonestown» es la primera de doce canciones sin perdón, que dejan sin aliento. «Justice» y «Bleedig» no muestran esos ritmos arrastrados e intensos, esa demostración de ritmo. Así podría estar hablando hasta el final de todas y cada una de las canciones que conforman este disco, pero es que no tienen desperdicio, lo miremos por donde lo miremos. «Calib», los sonidos netamente rockeros de «South roman street» o las guitarras de «Panta Rhei». En definitiva un gran disco que además van a defender con una extensa gira por tierras hispanas, donde están encantados de volver debido al gran recibimiento de ocasiones anteriores. Os dejo las fechas, por si os pilla cerca.
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